martes, 17 de mayo de 2011

Ruedo patrio

Que sí, que ya me he dado cuenta, que estamos en campaña electoral. Que el día 22 elegimos a nuestros representantes en Ayuntamientos, Diputaciones y Comunidades Autónomas y que la maquinaria propagandísticas de partidos y partidillos carbura a mil por hora. Que hay que ir a votar porque dicen que si no vas no tienes luego derecho a quejarte, que es un acto de buen ciudadano y demás... Que sí, que todo éso ya lo sé. Pero, ¿que motivos me ofrecen para que pierda el tiempo en salir de casa e ir a un edicicio lleno de gente a meter una papeleta en una urna de cristal?

  








En España estamos buenos para acumular motivos que nos hagan perder el tiempo de esa manera. Cuesta creer que haya un país más lleno de vividores y maleantes a cuesta del erario público que éste. Y ojo, no generalizo porque reconozco que hay mucha gente entregada a su pueblo o región y que se acerca al mundo de la política con las intenciones intactas, faltaría más...

Pero lamentablemente en España impera la acumulación de cargos públicos, el enchufismo y la perpetuación en el sillón del poder sobre cualquier otra cosa. Las campañas electorales no duran sólamente 15 días sino que a lo largo de todo un año tenemos que aguantar los insultos entre partidos, la manipulación y las promesas que nunca se van a cumplir, mientras que el bien común va quedando arrinconado en beneficio de intereses partidistas o de un provechoso porvenir para unos cuantos.

En realidad uno tiene la sensación de que los ciudadanos sólo contamos en estas fechas, cuando rifamos la llave que abre el panal de rica miel. Estamos hartos de oir hablar de tramas de corrupción, de ver esos baños de multitudes donde impera la mentira y el engaño y de comprobar que el respaldo electoral lo justifica todo. Es lícito que cada persona tenga una ideología política, por supuesto, pero no nos merecemos que personajes tan patéticos como la sra. de Cospedal (sí, esa especie de Sarah Palin de la meseta, tan devota y calculadora ella), el sr. Camps o Pepiño Blanco, por poner sólo unos ejemplos, usurpen páginas de periódicos o minutos en radio y televisión a costa nuestra.

La política es un circo macabro que mueve cantidades ingentes de dinero, el dinero de todos. Aquí vale eso de "donde digo digo, digo Diego" porque sabes que hay gente a quien vas a poder seguir engañando. La confrontación es un espectáculo lamentable que tiene su tregua cuando de subirse el sueldo se trata y, si no, trae que echo mano de hemeroteca porque la crisis que vivimos no parece afectar a la clase política española; ¿por qué será...?

Yo aplaudo a aquellos políticos que son capaces de priorizar los intereses de su pueblo a las consignas de partido, que luchan por el bienestar de sus conciudadanos aunque tengan que enfrentarse a quienes marcan las pautas desde más arriba y que no fabrican electoralismo barato sólo para seguir chupando del bote. También a aquellos que saben reconocer sus errores e intentan ofrecer soluciones antes que criticar al vecino, y a aquellos que son incapaces de usar el "y tú más" para justificar sus actos.

Lamentablemente en el ruedo político español (paradójico que las plazas de toros se usen también para estos menesteres) impera todo lo contrario. La falacia, la palmadita en la espalda y el oportunismo han sustituído a los sanos valores que deberían prevalecer en Democracia. En España la política huele a huevo podrido porque se ha perdido el espíritu que nació con la Transición y ahora es sólo un espectáculo bochornoso en el que casi nadie pierde. Bueno sí, ...perdemos todos.