viernes, 7 de octubre de 2016

¿Otras elecciones? No, ¡gracias!

El país vive desde hace casi un año inmerso en un bucle interminable. El tiempo pasa irremediablemente sin que nadie se ponga de acuerdo con nadie, alargando hasta límites insospechados las prerrogativas de un gobierno en funciones como el actual.

Y a este panorama de incertidumbre se ha venido a añadir la profunda brecha abierta en el seno del PSOE. Y no es algo que deba habernos pillado por sorpresa, pues la guerra de poderes entre la dirección nacional del partido y los tan cansinamente denominados "barones territoriales", con su baronesa mayor a la cabeza, ha dejado al pollo no solo sin cabeza, sino también desplumado casi de un día para otro (y no me refiero a su líder al utilizar esta expresión). No va a tener fácil el PSOE la labor de reestructurarse (ahora lo llaman coser) de cara a unas inminentes nuevas elecciones o a un rápido posicionamiento ante un nuevo gobierno del Partido Popular; el tiempo es el que es, escaso, y las premuras del país se agolpan sin remisión cada día que pasa.

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La situación que desvive al PSOE no ha llegado de la noche a la mañana. Se ha ido gestando desde hace bastante tiempo dentro de un partido plural pero con varios puntos de conflicto y de debate. Un partido que ha perdido a gran parte de su joven electorado en beneficio de otros, venido a menos y sin la capacidad de atraer a la masa social.  La "cuestión catalana" puede que sea el quebradero de cabeza más severo ante el que ha debido hacer frente. Y es que la fórmula de predicar un neofederalismo español ha sido la manera del PSOE de Pedro Sánchez de tratar de contentar a todos sin conseguirlo. Y es tanto en su falta de liderazgo como en la cuestión territorial donde el PSOE no ha sabido trasmitir un mensaje claro a los españoles.

Pedro Sánchez tuvo una oportunidad inmejorable de llegar al Gobierno en marzo pese al desastre electoral, pero el inmovilismo del PP y de Podemos echaron por tierra esa posibilidad de manera muy irresponsable. Su alianza con Ciudadanos (que no fue nada bien vista precisamente en las federaciones que recientemente se levantaron en armas, curioso...) le pasó factura y el giro posterior consistió en cerrarse en banda a cualquier negociación con los populares tratando de pensar, de manera engañosa, que era posible un gobierno del PSOE apoyado con partidos a su izquierda y nacionalistas de todos los colores. Pero el caso es que Pedro Sánchez tampoco hizo nada para lograrlo, si es que esa era su intención, y muy a su pesar resultaba imposible por su elevado precio: era una entelequia. De una posición importante para pedir reformas a cambio de una abstención se ha pasado en este momento a tener la soga al cuello y estar a merced de la clemencia del partido de Mariano Rajoy, que si se pone en plan malo-malísimo de película de terror puede llevarnos a todos a otras elecciones, las terceras en un año, contando con obtener ya sí que sí para entonces la mayoría absoluta. Se ha perdido no solo un tiempo de oro sino la posibilidad de apretar las tuercas al Partido Popular en los asuntos que afectan a todos los españoles. ¿Cuando se darán cuenta nuestros políticos que no todo consiste en gobernar sino también en hacer una oposición eficaz? Máxime cuando ya no existen las mayorías absolutas capaces de hacer y deshacer a su arbitrio.

Todo esto va a tener que votarse ya dentro del PSOE, donde casi nadie habla claro, mareando la perdiz o montando el espectáculo que vimos hace solo una semana. Las llenas acechan por la izquierda mientras los subalternos del lobo de Rajoy amenazan con imponer condiciones a una más que probable abstención del PSOE en una inminente sesión de investidura. No debiera confundirse el gobierno de la nación con lo que ocurre en el patio de cada casa, pero hay al parecer gente que nunca logrará entenderlo y el "borreguismo" de los militantes parece que tampoco.

Análisis a parte, valga decir que en lugar de haberse puesto como locos a hablar, a negociar, a reunirse unos con otros tras la jornada electoral del 26 de junio, se fueron pasando los días sin que casi nadie moviera una coma y sin que se llegara a plantear un cierto boceto de acuerdo (más allá de la posición variante de Ciudadanos).  El PP, crecido y sin mayoría absoluta, estaba en el error de pensar que solo por los votos ya todo estaba hecho, que no debía ceder ni un ápice a cambio de conseguir la Presidencia. Se dejó tan importante tema para después de las elecciones vascas y gallegas y solo la debacle del PSOE en ambos comicios ha permitido desenquistar algo la situación. ¿Acaso no había un mandato ciudadano lo suficientemente elocuente como para que se hubieran puesto a currar desde el primer día? Y además, lo había por partida doble porque dos veces nos mandaron acercarnos a los colegios electorales. 

No han sabido -o querido- entender lo que expresamos en las urnas y ahora algunos nos vienen hablando de nuevas elecciones... Es una irresponsabilidad y una vergüenza que aún haya representantes políticos -no pondré nombres- que busquen eso después de toda la que ha caído. Si se decide que debemos volver a echar la papeleta en la urna conmigo que no cuenten. Y por favor, pónganse de acuerdo de una maldita vez y dejen de mirar solo por el interés de su partido o el de sus votantes. Igual el día 12 toca implorar a la Virgen del Pilar para que obre el milagro después de tantos meses de vergüenza política por parte de todos lo que dicen representarnos. Ahora más que nunca la clase política sí que no ha sabido estar a la altura de las circunstancias.