miércoles, 3 de junio de 2015

La letra editorial

"Cada uno cuenta la fiesta como le interesa", y esto no es una verdad a medias, es una verdad completa. Vivimos en un país (el resto del mundo no está libre del mismo mal) donde cada vez todo está más politizado y donde da la sensación de que la razón de uno es la razón única e indiscutible. Por eso toda la atmósfera política y social está enormemente viciada. Se está perdiendo altura de miras y coherencia en el discurso. Las cosas a veces no son blancas o negras y está claro que el cuarto poder, a parte de informar, está contribuyendo de manera constatable a generar corrientes ideológicas en quienes consumen ese tipo de información.

No quisiera centrarme en el caso de la televisión, que probablemente sea el más paradigmático, pero para un servidor encender la tele y ver un informativo o las ahora muy recurrentes "tertulias" políticas es acabar con la cabeza como un bombo. ¿A quien creemos? ¿Quienes nos están diciendo la verdad?

Resulta harto complicado hallar un medio de comunicación lo suficientemente independiente para hacer enteramente creíble lo que te cuenta. Estamos en la época de los grandes titulares y las cortinillas estridentes para dar bombo y platillo a lo que nos van a contar. ¿Y realmente eso es periodismo?

Antes de que nadie me ponga la etiqueta de empatizar con uno u otro partido que sepa que soy del que sea honesto, servicial al ciudadano y no aproveche las flaquezas ajenas para ganar réditos electorales. O sea, de ninguno que yo sepa. Pero el juego de medios de comunicación cansa por la parcialidad de los que lo integran, o al menos esa sensación tengo con excesiva frecuencia. Porque son medios pertenecientes a grupos editoriales afines a unas determinadas siglas políticas.

Escuchar cadenas como la COPE, la SER o canales de televisión como Intereconomía o LaSexta, por poner algunos ejemplos, es saber de antemano lo que te van a contar. Ellos saben lo que pide su audiencia y de ninguna de las maneras van a traicionar a su oyente/televidente. Otra cosa es que el propio consumidor de información haga el suficiente juicio de valor para discernir realidad de ficción, o más propiamente separar la verdad de la mentira. Aquí no hay verdades absolutas, hay verdades con mentiras o medias verdades pero si lo que te están "vendiendo" te lo crees a pies juntillas porque lo dice "tal periodista" o "tal tertuliano" eso juega a su favor y estos medios de comunicación cuentan con esa importante baza. La autocrítica y el procesamiento de la información son fundamentales para generar opiniones personales que se alejen de la información de consumo rápido. Se está perdiendo en buena medida el contraste de la información en esta sociedad sobreinformada en la que estamos todos involucrados.

Me apena ver que cada uno cuenta las cosas como le conviene, basándose en el matiz y el dato interesado para lograr convencerte. Y todo el abanico ideológico es partícipe de ello, de uno de los males que afectan al periodismo en estos últimos años. Probar un poco de cada medio para conseguir una opinión propia, independiente, puede que sea la solución, pero como ya digo ni los medios de comunicación públicos ni tampoco los privados pueden abanderar por sí mismos la enseña de la imparcialidad porque de ninguna de las maneras lo están demostrando.