domingo, 24 de abril de 2011

Que no lo llamen Deportes cuando quieren decir Fútbol

La palabra "clásico" está en horas bajas. Prácticamente se usa para todo: música, cine, moda... Y para el fútbol también, ¡no podía ser menos! Un partido entre el R.Madrid y el F.C.Barcelona es un "clásico", pero ya veremos cómo con el tiempo también es un "derbi", palabra que casi se usa para denominar cualquier partido de cierta rivalidad, y si no tiempo al tiempo.

A quien no le guste el fútbol casi es mejor que no ponga la tele estos días. Estamos en plena vorágine de partidos entre esos dos colosos de nuestro deporte que parecen representar las dos Españas (no exagero), dos maneras de entender la vida en las que tenemos que caber todo españolito de a pié, o eso dicen algunos. Y si no tienes simpatía al menos por uno de los dos eres un rara avis.

Te puede gustar el futbol, a mí me agrada el bueno y lo reconozco. Menos me gusta todo lo que se está montando alrededor de este deporte que no por más visto o por contar con más seguidores es mejor que los demás, recuerdo. Pero el caso es que por H o por B el fútbol se ha metido en nuestras casas y en nuestras vidas de manera obligatoria y buena culpa de ello lo tiene el actual periodismo que se hace en este sufrido país.

Hablar de periodismo deportivo no es completamente exacto, sería más apropiado hablar de periodismo "futbolero" e incluso de "periolistos" para determinados casos. Encender la tele y ver la sección de deportes (de risa el titulillo ya) de cualquier informativo te puede remover las tripas con el show que son capaces de inventarse. El caso es hablar de fútbol, pero no todo club les vale: hay que hablar del Madrid, hay que hablar del Barça y hay que hablar de sus piques y sus polémicas; cualquier otro equipo es una comparsa en este teatrillo de títeres. Así que en el caso, por ejemplo, de Antena 3 o de Cuatro, es muchísimo más importante hablar de la rueda de prensa de Mourinho (cualquier cosa que diga -o no diga- será noticia), del color de las zapatillas de Cristiano Ronaldo o de cualquier otra pijotería que de una final de Copa de balonmano o de rugby, por poner sólo unos ejemplos. Además te lo deberás tragar con toda su supuesta gracia y con todo su buenrollismo altisonante, no te quedará otra.  ¿Y cuantas veces hemos visto en la tele las imágenes de mamporros, peleas y asombrosas caídas -en cualquier deporte, eso sí- pero no somos capaces de recordar el nombre del último ganador de la Liga de Fútbol Sala o los resultados de la última Vuelta a España? El morbo por el morbo, la versión deportista del programa de Jorge Javier Vázquez, ¿o no es así?

Así y con todo no es de extrañar que el resto de deportes no tengan cabida en periódicos o televisiones. E incluso dentro del fútbol hay diversos estados donde sólo dos clubes son muy ricos y los demás cada vez son más pobres o al menos eso me da que pensar. Una diferencia económica y también de trato que se palpa a leguas. ¿Será porque los medios de comunicación están haciendo de manera continua la campaña de socios al Madrid y al Barça?

Tanto bombo y platillo al fútbol está llevando a que la actual crisis económica se cebe aún más con otros deportes. Muy pocas empresas o particulares parecen querer poner un duro en ellos porque no garantizan rentabilidad, porque no tienen eco, y eso se está notando muchísimo de unos años a esta parte. Son deportes "invisibles" en el cada vez más frívolo y amarillista ruedo deportivo español. Así que no nos engañemos, o mejor, que no nos engañen. Pan y fútbol en pleno siglo XXI.

jueves, 14 de abril de 2011

Sentirse en casa

Hace unos días la vieja estación de trenes de Gijón echó el cierre para siempre. Dicen que van a derribarla para hacer pisos, así que han construído un nuevo edificio donde confluyen también los trenes de FEVE y de RENFE. Mucha gente parece quejarse de lo lejos que pilla ésta del centro y de que para casi cualquier cosa ya debes estar cogiendo un autobús, y cierto es que no les falta razón...

La vieja estación gijonesa era casi un emblema, un arco a través del cual se te abría el centro de la ciudad, con su bullicio y todo su tráfico. Llegar a Gijón a través de las vías del tren (o de la autopista, que casi parecía que se las iba a tragar) tenía un cierto halo de nostalgia. Te dabas cuenta sin dudarlo de que estabas entrando en una ciudad industrial y con una gran tradición ferroviaria, una ciudad algo consternada por un pasado que hace un par de décadas parecía mejor pero que en los últimos tiempos se ha visto obligada a transformarse.

Esa estación es una de las cosas que antes aprendí de Gijón, un punto de referencia. Por aquel Septiembre de 1999 me llamó poderosamente la atención esos trenecitos casi turísticos que por entonces tenían compartimentos. Tanto ruido y vayvén parecía que en cualquier momento podía acabar en un descarrilamiento no deseado y ese paisaje tan degradadamente industrial para viajar a Candás me resultaba muy llamativo.

Así que sobre todo desde el 2005, comencé a frecuentar esa estación y a subirme en ese tren aunque ya a penas fuera compartimentado. Entonces la cercana calle Corrida, la más representativa de la ciudad, se me abrió de par en par, así como la zona de la playa de San Lorenzo con su iglesia de San Pedro ahí pegadita, los recodos de Cimadevilla con su Elogio que todo lo ve, el paseo de Begoña que guarda cierto aire burgués y el puerto deportivo con sus numerosos mastiles y sus lujosísimas barquitas. El paseo siempre lleva a sentarse a tomar un buen café aunque tratándose de Gijón en terraza sabe mejor y la sidra también, por supuesto.

Gijón en compañía se disfruta muchísimo más, hay cientos de cosas por hacer y descubrir en una ciudad que invita al paseo y a contemplar cómo se pierde el mar en el horizonte o cómo se esconde el sol tras la silueta de las instalaciones de la vieja ENSIDESA. No hace tanto que es un lugar familiar para mí, pero por contra parece que lo conozco desde hace muchísimo tiempo. Una ciudad que son varias ciudades a la vez y que oxigena mi mente cuando la piso con su chute de recuerdos que no parecen dispuestos a abandonarme. Vivir durante 1 año en la capi de la Costa Verde es muy poco tiempo, lo sé, pero el caso es saber disfrutrarla y que te deje huella. Y muy pocas ciudades alcanzan a conseguirlo de esa manera.