lunes, 4 de julio de 2016

Una semana después

Que se acabe el mundo si de estas nos dirigimos a unas terceras elecciones generales. Llevamos bastante más de medio año con un gobierno en funciones y nadie puede asegurar aún que no tardando muchas semanas España vaya a contar con un ejecutivo que pueda hacer frente a los problemas y los desafíos de nuestro país. Así de claro.

Atrás ha quedado ya la jornada electoral del 26 de junio y una campaña semilight que ha resultado ser una continuación de la precampaña, la campaña y la postcampaña precedentes. Si es que, ¿cuando hemos dejado de estar de elecciones?


Los partidos políticos y todo el arco parlamentario deben ponerse las pilas para tratar de sacar al país de su "día de la marmota" particular, anteponiendo los intereses generales y tratando de llegar a consensos que nos beneficien a todos. Ya sé que es mucho pedir, pero si no se abandonan los frentes (las izquierdas, las derechas...) se antoja una misión imposible. ¿Qué explicaciones nos van a dar los políticos el día que deban convocarse las terceras elecciones en menos de una año? ¿Cómo van a justificar que no han sido capaces siquiera de sentarse a la mesa? No quiero ponerme en plan negativo, pero la posibilidad está ahí y no es en absoluto desechable a día de hoy.

Los resultados del 26 de junio han sorprendido a la mayoría de los españoles. Son numerosas las preguntas que nos podemos hacer al respecto, tratando de buscar culpables o de explicar el éxito del Partido Popular, intentando adivinar por dónde pueden ir los tiros de la confección de un gobierno, los apoyos de unos o los vetos de otros. El tiempo pasa muy deprisa y tras una semana de aquello no hay ninguna novedad al respecto. Pero las tendrá que haber y más pronto que tarde, no hay otra opción.

Visto que el pacto al que llegaron PSOE y Ciudadanos a comienzos de año no ha sentado bien -electoralmente hablando- a ninguno de los dos, cosa que ya se sabía que podía suceder, las miras estaban puestas en el fortalecimiento del Partido Popular y un destacado avance de Podemos (ahora Unidos Podemos), osease, el famoso, manido y muy cansino sorpasso. Pero en las huestes de Pablo Iglesias la cosa no ha ido en absoluto como esperaban tras su confluencia con Izquierda Unida.

Si damos por hecho que el asunto del fraude electoral es un farol podemita por sus malos resultados después de unas muy esperanzadoras encuestas, sus dirigentes deberían reflexionar sobre lo que el partido morado quiere ser en el panorama político nacional. Su confluencia con fuerzas soberanistas, su alianza con un partido tan trasnochado como IU, la renuncia a su transversalidad o los vaivenes de su líder (un día autoproclamándose socialdemócrata, otro día comunista; a ratos arrogante, a ratos simpático y aperturista) son aspectos que han podido llevar a que una parte de sus potenciales votantes no haya querido ir a las urnas o directamente haya cambiado el sentido de su voto. Porque el "pacto de los botellines" no ha supuesto la aglutinación de las fuerzas descontentas de izquierda. Ni siquiera el buzoneo de propaganda electoral la misma tarde del último día de campaña ha servido para convencer a los indecisos de que el partido de Iglesias y Errejón puede ser garantía de un cambio a mejor y de que este partido está limpio de cualquier tipo de sospecha. La gente no ha acabado del todo convencida con esta opción que, dicho sea de paso, tiene el logro de haber llegado al decadente panorama político nacional con una fuerza arrolladora e inusitada estos tres últimos años.

Respecto al Partido Popular resulta curioso que la concatenación asombrosa de casos de corrupción no haya hecho mella en las opciones de la agrupación de la gaviota. Más votos y más escaños, así de simple. Y sin despeinarse ni saltar a la arena. Con un sistema de proporcionalidades que le beneficia, el PP se ha erigido con diferencia en la opción preferente de gobierno para buena parte de los españoles. Que todos los días sean protagonistas en los medios de comunicación los casos de corrupción de representantes del Partido Popular ya ha dejado de sorprendernos y puede que esto solo sea la punta del iceberg, pero habría que preguntarse qué es lo que ha llevado a que a última hora muchos hayan decidido votarles. No es un cheque en blanco, pero si ahora mismo hay alguien legitimado para formar un nuevo gobierno ese es Mariano Rajoy, nos guste más o nos guste menos. El hecho de que no vaya a tener mayoría absoluta va a permitir el control de su gestión y eso será siempre una muy grata noticia.

Y una última reflexión que hago. Los medios de comunicación están sirviendo como canalizadores de corrientes ideológicas. La independencia de los medios de comunicación españoles está bajo mínimos, pero están jugando su papel en el panorama sociopolítico actual. Si los medios  más críticos con el gobierno (léase la Cadena SER, laSexta o el Diario Público, por poner solo unos ejemplos) cada día están poniendo la lupa sobre la corrupción del Partido Popular, reincidiendo en la desvergüenza de quienes dicen representarnos durante estos años de crisis pero por contra, y tal como se vio el día 26, la gente sigue votando las opciones tradicionales, puede ser que sus campañas periodísticas no sean tan efectivas como esperaban. Cuando uno reincide con mucha asiduidad en lo mismo pierde eficacia en su mensaje y esto es lo que ha estado pasando con estos medios. Para los votantes de Podemos lo que se dice en ellos es la verdad, sin matices, los demás son los que ocultan la realidad, pero para los votantes afines al Partido Popular que igual puedan cuestionar a su partido, ese mensaje de denuncia acaba por no calar al estar estos medios excesivamente ideologizados (el votante medio del PP dirá: "eso lo dicen porque son medios de comunicación de izquierda, por lo tanto no me los creo"). Si no, no hay manera de entender que con la gran losa que es la corrupción para el PP, éste continúe liderando la intención de voto en nuestro país. ¿Nos estamos olvidando de la corrupción o es que las alternativas no son lo suficientemente atractivas para los españoles? ¿Por qué los partidos de la oposición no han podido aprovechar esta tesitura durante los últimos cuatro años para atraer al votante? ¿O es que solo hay manera de enterarse de los tejemanejes políticos a través de la prensa (politizada, claro) porque la Justicia siempre va a rebufo? En cualquier caso, debería todo eso hacernos reflexionar.