domingo, 9 de agosto de 2015

Gracias por la música

















Viena, viernes 4 de octubre de 2013. La elegantísima capital centroeuropea luce sus mejores galas para rendir homenaje a una de las leyendas vivientes del mundanal Hollywood. No, no es un actor, tampoco es un director de prestigio; es simple y llanamente, pero con todos los honores y merecimientos, el compositor James Horner. Puede que a mucha gente su nombre no le suene de nada, pero a mí y a unos cuantos más vaya si nos suena, ¡¡¡y mucho!!!

Aquel concierto de Viena, en el marco incomparable de la centenaria Konzerthaus, puso en pié y en unánime aplauso a todo su repleto auditorio tras disfrutar de una gran velada de buena música en directo. Probablemente James Horner nunca hubiera llegado a saber sin aquel concierto-homenaje (el único concierto que efectuó en Europa) que su música había tocado tantos corazones. Pero pudo comprobarlo en primera persona y él no pudo reprimir las lágrimas.


Aquella fría noche de otoño fue casi el colofón a mi relación personal con James Horner, aunque después vinieron experiencias tan gratas como su extraordinaria banda sonora para "El último lobo" (2015), la última película con música suya estrenada en nuestro país. Antes, hubo muchos momentos de disfrute gracias a sus partituras sinfónicas y temáticas. Sin duda ninguna desde los años 80 James Horner ha demostrado ser un grande en su gremio, un profesional muy admirado, reconocido y reconocible, pero también algo denostado por determinados sectores de los aficionados a la música de cine. No es mi caso, a mí unas veces más otras veces menos la música de James Horner siempre me ha gustado y ha estado ahí para ambientar mi devenir vital desde aquel ya lejano 1998.


Fue él el responsable de que me aficionara un poquillo a este tipo de arte y que me fijara en la música cada vez que veía una película. Otros inmediatamente después también me influyeron (John Barry, Hans Zimmer, Basil Poledouris,...), pero Horner siempre estuvo ahí y si no ya estaba mi amigo Braulio para recordármelo cada semana y a la menor oportunidad. Recuerdo muy bien aquella primera audición en junio de 1998 en la habitación de su casa donde tras haber visto "Titanic" meses atrás sus melodías me parecían mágicas y maravillosas. Si me había gustado tanto la película buena parte de "culpa" la había tenido la imaginación desbordante de Horner para dar empaque a una historia que ha pasado a los anales del cine.

Tras el boom de "Titanic" llegaron muchas más a mis oídos: Cocoon, Braveheart, la colosal (aunque cualquier calificativo se queda corto) Leyendas de pasión, Willow, Enemigo a las puertas y un largo etcétera suministradas por mi amigo, un aficionado incondicional a su música desde que era un crío. Eso de haber puesto la voz y el corazón a personajes de la gran pantalla como William Wallace (Mel Gibson), John F. Nash (Russell Crowe), la teniente Ripley (Sigourney Weaver),  Rose Dawson (Kate Winslet) o Tristan Ludlow (Brad Pitt) muchos no pueden decirlo, pero es por ello que al común de los mortales la música de James Horner nos es tan familiar.


No voy a hacer un análisis de su música porque no es ahora mi propósito ni tampoco domino la terminología; tampoco pretendo hacer una síntesis al detalle de su carrera, no. Lo que sí queda claro es que tras sus dos proyectos póstumos ya no va a haber más música de James Horner. Justo cuando estaba en un momento bastante dinámico y creativo de su carrera, apartado casi completamente de los grandes estudios y haciendo lo que en verdad le apetecía, un desafortunado accidente de avioneta acababa con su vida en un paraje de su California natal. Su fallecimiento nos ha sorprendido a todos los que le hemos seguido todos estos años. Murió practicando uno de sus mayores placeres, volar, y la noticia corrió como la pólvora por las redes sociales y después por los medios de comunicación generalistas, que tan poco precisos son cuando hablan de la música de cine.


Quedarnos sólo con sus parabarás es una ofensa y no le hace justicia al ganador de 2 oscars, uno de los compositores más influyentes y reconocidos de los últimos treinta años. Porque la música de James Horner no sólo ha sido eso, música, sino verdadero amor por un oficio y una forma de sentir el séptimo arte. Uno de los últimos artesanos de esa disciplina ha dejado huérfanos a muchos aficionados que sentían sus melodías como algo propio porque muchos han crecido con el cine al que él supo poner música. Y en mi caso, y por la importancia que ha tenido en mi gustos cinematográficos desde aquel ya lejano 1998, no puedo más que lamentarlo. Un final injusto y sorprendente para una carrera que aún podía dar mucho de sí, pero afortunadamente quedarán para siempre los sentimientos que desprende su música cada vez que la oigamos estemos delante del ordenador o viendo una de sus películas en la televisión. Los sentimientos que desprende su música son  indelebles al paso del tiempo.


Muchas veces recuerdo la historia que relata Tierras de penumbra. Su preciosa banda sonora no es de Horner, sino del británico George Fenton, pero al caso nos da lo mismo porque no pretendo referirme a ella. Tenía mucha razón el personaje que interpreta Anthony Hopkins, aquel catedrático de universidad rígido y solitario,  al afirmar en ese último plano y en voz en off: "El dolor de ahora es parte de la felicidad de entonces. Ese es el trato". Así que gracias James por haber hecho a tantísima gente inmensamente feliz. Mereció la pena conocerte. ¡Buen viaje!