domingo, 19 de agosto de 2012

El palacio de las Tullerías: el eslabón perdido

Palacio de las Tullerías (en primer plano) durante el s.XIX

Quien haya tenido la fortuna de estar alguna vez en París sabe que la ciudad del Sena destaca por la majestuosidad que la confiere la visión única que se crea entre el Louvre y el Arco de Triunfo, una línea recta ideal para el paseo en pleno centro de la capital francesa. Pero hace un tiempo esto no era posible: la bella postal se veía entorpecida por el Palacio de las Tullerías, un "curioso" edificio que cerraba el entorno del viejo Louvre.

La idea de construir el palacio de las Tullerías donde había unas fábricas de tejas -de ahí su nombre-, en los confines al oeste de la ciudad, fue de la reina viuda Catalina de Médicis (hacia 1570) que deseaba aposentarse lejos del ruido de la urbe parisina a la que empezaba a detestar. Así que la construcción del palacio la inició el arquitecto Philibert de l`Orme pero acabaría siendo entorpecida en las décadas siguientes por los diversos gobiernos y los vaivenes de las finanzas públicas en plenas guerras de religión.

Con Enrique IV, el primer Borbón, la construcción del edifico cogió un impulso casi definitivo: hablamos del "gran proyecto" o la intención de unirlo al Louvre a través de dos alas (una al norte y otra al sur, paralelas al río). Pero con su asesinato (1610) la idea de convertir el palacio en residencia habitual de los reyes de Francia perdió fuerza pese a que Luis XIV siguió, años después, con la ejecución de las obras por el lado norte. Los Borbones acabaron "huyendo" de París en beneficio de los bosques de Versalles, plácido lugar para el asueto, la caza y el placer lejos -pero no tanto- del bullicio y de las intrigas del pueblo de París. Y con estas las Tullerías no acababan nunca de estar terminadas, aún quedaba bastante para unirlo al Louvre por el lado norte y vaciar de casas todo su entorno.

El palacio en una imagen del s.XVIII
El palacio de las Tullerías parecía ya sólo el lugar de hospedaje de artistas y eminencias de fugaz estancia en París, un importante centro difusor de la cultura europea por su intensa vida musical y teatral, pero la Revolución lo convertirá en protagonista inesperado cuando en octubre de 1789 la plebe enfurecida traiga a la familia real de vuelta a la capital. Por lo tanto, Luis XVI, Maria Antonieta, sus hijos y su séquito de confianza acabaron encerrados en esa cárcel de oro que eran las Tullerías. Tras el fracaso de  su fuga ("noche de Varennes") la vigilancia de los regios prisioneros ya se hizo insoportable y al asaltar el palacio en agosto de 1792 la muchedumbre masacró a la Guardia Suiza y desvalijó cada una de sus estancias mientras la familia real pudo ponerse finalmente a salvo en un lugar cercano. Luis XVI de momento pudo salvar la vida, pero ya no su reinado. Fue depuesto y proclamada la IªRepública, cuyo centro de gobierno quedó instalado en el palacio donde acabará ondeando la bandera tricolor en lo más alto del pabellón central.

Las Tullerías -renombradas momentáneamente como Palacio Nacional- siguieron siendo una pieza codiciada por los sucesivos y breves gobiernos republicanos hasta la subida de Napoleón al poder. De 1804 a 1814 fue la residencia imperial de Napoleón y sus jardines el lugar de meditación del ambicioso general corso. Ordenó el lavado de cara de sus estancias y habitaciones, muy dañadas tras el saqueo de 1792, y continuó las obras para unirlo al Louvre mediante una galería junto a la calla Rívoli. Además, mandó erigir el Arco de Triunfo del Carrusel en la entrada al patio de armas para mayor gloria del nuevo César en que pretendía convertirse a los ojos de toda Europa.
Entrada de Napoleón y María Luisa en los jardines de las Tullerías

En 1815 se produce la definitiva caída del Imperio y el nuevo rey Luis XVIII -hermano del defenestrado Luis XVI- establecerá también allí sus dependencias. En 1830 se produce el destronamiento de la monarquía borbónica con el exilio del muy reaccionario Carlos X (también hermano de los otros dos Luises) y el palacio sufrió pillaje durante  las jornadas revolucionarias del mes de julio. 

Con Luis Felipe I sus jardines se convirtieron en lugar de recreo para la burguesía parisina y el palacio adquiríó su forma casi definitiva, cosa que se produjo sin duda con el sobrino del primer Napoleón, Napoleón III y su esposa la española Eugenia de Montijo durante el Segundo Imperio. Fue lugar de conciertos, bailes, galas y recepciones oficiales de aquel París en expansión, la época dorada del palacio, pero la caída del Imperio conllevó el abrupto final de los días de vino y rosas para las Tullerías: tras la derrota francesa en la guerra contra Prusia, las milicias de la Comuna de París amenazaron en  mayo de 1871 con destruir los edificios más representativos de la ciudad al sentirse acorraladas por el avance de las tropas gubernamentales. Llegaron a las Tullerías y rociaron las paredes con petróleo para prenderlo fuego al llegar la noche porque eran, para ellos, el reflejo del poder. Un estallido que desgarró la atmósfera provocó el hundimento de la cúpula del pabellón central, después ya vino todo lo demás. Tras tres jornadas ardiendo, milagrosamente se pudo evitar que las llamas se propagaran al Louvre y a toda su creciente colección de piezas únicas vestigios del discurrir de la historia. 
Palacio de las Tullerías antes de su demolición

File:215.4 Depuis l'arc du Carrousel.jpg
Arco de Carrusel con el palacio en ruinas justo a su espalda
El lujoso y coqueto palacio de las Tullerías, el sueño de Enrique IV, acababa de ver finalizada su ansiada "unión" con el Louvre, pero en unas pocas horas había quedado enteramente destruído. Sólo era ya visible su armazón mientras sí pudo salvarse gran parte de su mobiliario gracias a la oportuna intervención de los empleados del Museo del Louvre. Durante 11 años sólo se verán ruinas, una carcasa ennegrecida en el centro de la capital, mientras el gobierno republicano debate qué hacer con aquel símbolo del pasado monárquico. Finalmente todo sería arrasado hasta los cimientos pero prometiendo una reconstrucción que nunca ha llegado. Del palacio ya no queda nada, sólo una explanada que enlaza los jardines del palacio con el patio del Carrusel, lugar de paseo (y de paso) para infinidad de turistas que cámara en mano no dejan de asombrarse por ese conjunto de avenidas, estatuas, estanques, flores y arbolado que tienen a sus pies. Sin duda, lo apacible del lugar en nada hace sospechar lo turbulento de su pasado.

Los jardines en una imagen actual (al fondo la plaza de la Concordia)
La importancia del palacio de las Tullerías no radica en lo artístico de su ejecución, que lo era y no poco precisamente; radica en su simbología y en lo definitorio que fue durante los trascendentales días de la Revolución Francesa y el Imperio. Allí se alojaron intelectuales de renombre (Mozart por ejemplo compuso allí su "sinfonía Parisina" antes de la llegada de la Revolución), fue el lugar donde se elaboraron leyes que iban a cambiar el curso de la hª (como el Código Civil o la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano) y fue la diana de admiraciones y rencores por igual durante casi un siglo, tiempo ése en el que siempre parecía estar presente en la sociedad francesa la dicotomía entre monarquía y república como prueban los violentos saqueos populares que sufrió el palacio en 1792, 1830 y 1848. Fue lugar también desde cuyos ventanales podía divisarse a lo lejos la guillotina que llevó a Luis XVI y Robespierre -entre otros- al otro barrio, pero hoy nada en el suelo de esa terraza hace percatarnos de la importancia capital de aquel edificio en el devenir de la Francia moderna. A veces parece como si la Historia impusiera sus propias normas y el final de las Tullerías viene a inmortalizar, por así decirlo, la derrota del sistema monárquico en el país vecino.
Jardines de las Tullerías desde la plaza de la Concordia

Antes de la crisis se estaba planteando la reconstrucción del edifico en su forma original, con fondos privados para albergar un museo y como centro de conferencias. Pero de momento al menos la cosa tendrá que seguir esperando.

Finalmente, quiero rescatar tres artículos muy interesantes que pude leer hace tiempo:

    • http://retratosdelahistoria.lacoctelera.net/post/2009/01/08/el-espectro-las-tuler-as-hombre-rojo-2 Se expone la leyenda del "hombre rojo" de las Tullerías en base a testimonios e informaciones de diversas épocas; una imagen terrorífica que según se cuenta se aparecía a los moradores de aquel palacio presagiando una desgracia inminente. ¿Tendrá algo que ver con el trágico final del edificio? Según testigos, la gente que se arremolinaba para ver el espectacular incendio pudo observar en un momento determinado en el ventanal de la Sala de los Mariscales la imagen de un espectro cubierto de sangre. ¿Era el final de la leyenda? Pues parece que sí. Un artículo curioso e interesante cuanto menos...