miércoles, 21 de diciembre de 2022

Tragaderas


Hay montada una buena. Resulta que los 11 magistrados del Tribunal Constitucional, algunos de ellos con el mandato caducado, han determinado paralizar la tramitación de unas enmiendas que iban en el pack premium de un retocado Código Penal. Afectaban al Poder Judicial y a la renovación del propio TC, decayendo en su tramitación al considerarse que lesionaban sobremanera contrapesos del poder ejecutivo, o lo que es lo mismo, que estos señores tan mayores han pensado que el Gobierno pretendía facilitarse el ejercicio de su nombramiento al cambiar las mayorías para su renovación. 

De qué debemos extrañarnos si esos mismos magistrados son elegidos por los partidos políticos, que durante varias décadas han patrimonializado y colonizado la Justicia y órganos superiores para desde ellos condicionar decisiones de gran calado. ¿No suena todo un poco bananero? Desde luego. Más cuando en el Congreso hay ahora una mayoría progresista (lo que algunos dan en llamar "mayoría progresista y plurinacional" no sin cierta superioridad moral) y en el TC una mayoría conservadora, de ahí el evidente embrollo. Vamos, que la Justicia no es en España del todo independiente; y eso que ya nos han avisado desde instancias europeas que a los jueces no deberían elegirlos los políticos.

Este escenario de confrontación y evidente crisis institucional va a traer cola, o al menos hasta que se superponga otro tema que dé que hablar y envalentone aún más los ánimos de los representantes de la voluntad popular, ya de por sí demasiado exaltados. Declaraciones rimbombantes de trazo grueso y con referencias al 23F o a la dictadura de Franco ya hemos comprobado que gustan mucho; capacidad de cierto entendimiento con el contrario hay más bien poca.

Pero, ¿por qué se ha llegado a este punto? La nula voluntad de renovar esos cargos por parte del PP no ayuda en absoluto y el Gobierno intenta cobrarse la revancha, aunque para quien escribe lo realmente grave va más allá y estriba en que el Consejo de Gobierno tiene marcada su hoja de ruta. Que los árboles no nos impidan ver el bosque. Pedro Sánchez se embarcó hace ya tiempo en una cruzada personalista y ha navegado con algunas turbulencias hasta adentrarse en una parte del océano en la que se anuncia tormenta y de la buena. Haré memoria. Se desdijo de una parte de sus promesas electorales al desenfundarse el chaleco de la moderación tras declarar que junto a Pablo Iglesias no dormiría tranquilo. De hecho compró con él una cama más grande para acoger a los socios que imponía Podemos. Después vinieron los indultos, la anulación del delito de sedición, la reforma de la malversación -ambas en trámite parlamentario- y todo lo que pueda estar por llegar de aquí a las próximas elecciones locales y autonómicas. El presidente quiere seguir a todo trapo en la Moncloa y hará lo que esté en su mano para continuar mintiendo a sus votantes primero y al conjunto de los españoles después, anunciando cosas solo un par de días después de haberlas desmentido, como está sucediendo. No se puede ser más mezquino y mentiroso. 

Esta tormenta política en la que el Gobierno se ha enzarzado quedó inaugurada con las consecuencias de la aprobación de la "Ley del solo sí es sí", que está sacando a la calle a violadores con condenas pendientes. Hemos comprobado escasa capacidad de crítica de quienes diseñaron esta reforma legal, sí en cambio ataques infundados con palabras gruesas -otra vez- y recurrentes hacia quienes deben dirimir los casos en base a la ley por parte de algunas ministras. Pero quieto parao porque con la reforma de la malversación pudiera ocurrir lo mismo con toda esa pléyade de delincuentes que aún está en la cárcel o con condenas pendientes porque para Pedro Sánchez comprar un chalet con dinero robado sí es corrupción, pero no cuando lo regalas para fines ilícitos o de partido, como si ese dinero fuera la propina de los domingos.

Estamos llegando a niveles de indecencia muy preocupantes. Asistimos a intentos partidistas de retoque del armazón jurídico e institucional por mera conveniencia política y de supervivencia. La capacidad legislativa del ejecutivo ejercida ahora por la puerta de atrás, de manera exprés o urgente, carente de debate y sin atender a ningún órgano consultivo. Pedro Sánchez ha comprado el discurso de la extrema izquierda y ha unido su futuro al de partidos como Bildu y ERC, el cual le chantajea casi a diario para destejer todo lo juzgado y penado con relación al Procés desde que este estalló en 2017. A partir de ahora, ¿por qué no saltarnos las leyes si estas perderán casi todo su valor jurídico y punitivo? Para defender las rebajas este Gobierno ha sacado escusas hasta de debajo de las piedras para hacernos creer que su manera de proceder es la que el país necesita y, vista la parálisis social, tan notoria en el votante socialista, puede que lo esté logrando.

El final de año está siendo taquicárdico con una amenaza tan clara a la separación de poderes y el incumplimiento de renovación de los órganos constitucionales por un evidente interés de partido. El ambiente político es de polarización extrema y está por ver si se traslada al orden social. Nos ha tocado la lotería con los representantes públicos, esos a los que elegimos cada cuatro años, recuerdo. Solo queda esperar que el año nuevo nos traiga otro clima aunque mis esperanzas de que sea así son muy pocas. En cualquier caso... ¡¡¡Feliz 2023!!!


jueves, 12 de mayo de 2022

El no va más

   Si con intentar salir de la pandemia no teníamos suficiente, la amenaza incesante de los ejércitos de Putin a la estabilidad de Europa socava todo esfuerzo de recuperación económica en lo que queda de año. Las subidas del precio del gas, la luz y el combustible son un hecho que parece difícil de detener en un clima económico de encarecimiento general de la vida que viene a vaciar las ajadas carteras de los españoles.

   Desde luego que la economía difícilmente tiene visos de recuperación a corto plazo, pero es que el clima político tampoco ayuda a insuflar mucho optimismo. Me explico.

   Todos podríamos mencionar un buen puñado de asuntos que -es lo deseable- requeriría el acuerdo y el consenso de aquellos partidos que tradicionalmente se reparten la gobernanza de nuestro país. La educación, la Justicia, la memoria democrática o la reforma de la Constitución son esos nichos en los que no vendría nada mal un principio de acuerdo que no deje al albur de quien gobierna ese tipo de postulados. Me refiero a que quien tome las riendas del país no consiga imponer por una mera suma aritmética de voluntades un nuevo plan educativo, otro más, por poner un ejemplo. Que todo se haga con una visión de permanencia y de futuro a años vista. Pero está comprobado que no hay manera.

   La cosa toma tientes de drama porque España da muestras de retroceso democrático de un tiempo a esta parte. Por un lado, en el ámbito de las mentalidades se está imponiendo cierto pensamiento único, un modo de pensar que excluye a toda esa gente no ya que discute esos postulados que se van implantando como los correctos sino, y lo que es más grave, a todos aquellos que osan matizarlos. Se está eliminando la capacidad de cuestionar; o entras por el aro o eres un bicho raro propenso a etiquetar. O eres de izquierdas (pero muy de izquierdas) o eres de una derecha que además es rancia y (cuasi)franquista. No hay término medio. Se ha instalado el tratarnos como a niños. La política se ha "puerizado" a saltos agigantados de unos años hacia acá.

   En el ámbito de la política dicho retroceso tiene mucho que ver con el señalamiento del rival, lo cual consiste en denunciar las armas que este usa para dar toda la legitimidad posible a nuestro modo de proceder, sea cual fuera este. Y eso es precisamente lo que hace el presidente del Gobierno Pedro Sánchez. Víctima de su narcisismo, con el único fin de gobernar a toda costa ha cometido numerosos errores cuando no directamente algunos atropellos de muy baja categoría moral y democrática (intromisión en la Justicia, modificación injustificada en política exterior, etc...)

   El gobierno compuesto por PSOE y Unidas Podemos casi desde el principio vive inmerso en la ceremonia de la confusión. Cada semana salta una polémica distinta y eso deteriora una institución tan importante como es el poder ejecutivo. El último motivo para el asombro ha sido la expiación a distintos miembros del Gobierno con el programa Pegasus, que viene a añadir la labor muy cuestionada del CNI respecto a varias personalidades del independentismo. El ejecutivo no ha dudado en utilizar los servicios de inteligencia de los que dispone para un interés particular en lo que atañe a sacar a la luz ese tipo de información en provecho propio y justo cuando más le ha interesado.

   Oh casualidad, en este asunto tan espinoso la presidenta del Congreso no ha dudado en intervenir en auxilio del partido que la propuso para ese cargo y de la noche a la mañana cambió los baremos con los que elegir a los miembros de la Comisión de secretos oficiales. Dando cabida con ello a partidos políticos que tienen en su catecismo la desmembración del Estado español. No se ha incluido a Más País o a Coalición Canaria, sino a Bildu y a la CUP, sin ir más lejos. 5 partidos independentistas por 5 de implantación nacional porque había un interés en que así fuera, metiendo al lobo en el corral de las gallinas, haciéndoles partícipes de secretos sumarísimos y esperando pacientemente que jamás suelten prenda como partidos de confianza inquebrantable que ya han demostrado ser (ironía).

   Esta por ver cómo termina la trama de espionaje que atañe al servicio de inteligencia que emana del Gobierno de la nación, pero hasta el momento ya se ha cobrado su primera víctima y puede que haya más ante el hambre insaciable de algunos partidos, precisamente aquellos de los que forman parte los que decían que lo volverían a hacer o animaban a las masas a tomar las calles de Cataluña y a cortar sus autopistas. Casualmente o no, sus mayores cabecillas están ahora en la calle viviendo la buena vida por obra y gracia del presidente de todos los españoles que desoyendo los informes jurídicos que se emitieron decidió indultarlos para salvar la legislatura.

   En un gobierno de aciertos y errores desde luego que no se puede obviar la atracción irrefrenable que tiene Pedro Sánchez por todo lo que suene a centrífugo. Cuando le toca elegir siempre tiene claro cuales son sus socios; la geometría variable la ejerce cuando no tiene más remedio, con un trágala a última hora y sin ser generoso en buenas palabras ni desde luego dialogante con el que considera su rival. Con el independentismo ha tejido una alianza a cualquier precio aunque ello suponga exponerse a su chantaje porque para nuestro presidente mantenerse en el poder es el único fin, aunque haya sapos y culebras que tragar y vendiendo hasta a su colaborador más íntimo si eso fuera lo necesario. ¿Que por qué crece un partido extremista como VOX? Pregunten ustedes a Pedro Sánchez; y pregunten también a las “ministrillas” de Podemos. Pregúntenles por qué ser de izquierdas significa aliarse con el secesionismo y normalizar sin ambages a un partido como Bildu. Cada cual, y esto va también por el Partido Popular, que reflexione sobre la deriva ideológica de España en estos últimos lustros, la radicalización de los discursos y la orfandad en la que han querido dejar a la gente que solo desea prosperar pero se ha encontrado con un muro ideológico que lo tritura todo y evita que una democracia como la española transite sin titubeos, carcomida en cambio por un sistema de partidos que no deja de ser una rémora. La España de los lastras, echeniques, ayusos y rufianes se erige triunfante envuelta en un rifirraje permanente que se retroalimenta.

   Estos politicuchos embobados en mantener o conseguir el poder a toda costa se hallan a años luz de las necesidades de las mayorías. En el caso del PSOE de Pedro Sánchez, aunque no lo ha tenido fácil ha sido incapaz de buscar consensos más allá de su sector ideológico porque casi nunca le ha interesado. Puede que logre acabar la legislatura, pero el 2023 electoral está a la vuelta de la esquina y las urnas podrian hacer que pague por esas calculadas decisiones que han puesto al país al pie de los que pretenden saltarse las leyes y también de aquellos estados que desde fuera buscan provecho en nuestras debilidades como nación.