miércoles, 21 de diciembre de 2022

Tragaderas


Hay montada una buena. Resulta que los 11 magistrados del Tribunal Constitucional, algunos de ellos con el mandato caducado, han determinado paralizar la tramitación de unas enmiendas que iban en el pack premium de un retocado Código Penal. Afectaban al Poder Judicial y a la renovación del propio TC, decayendo en su tramitación al considerarse que lesionaban sobremanera contrapesos del poder ejecutivo, o lo que es lo mismo, que estos señores tan mayores han pensado que el Gobierno pretendía facilitarse el ejercicio de su nombramiento al cambiar las mayorías para su renovación. 

De qué debemos extrañarnos si esos mismos magistrados son elegidos por los partidos políticos, que durante varias décadas han patrimonializado y colonizado la Justicia y órganos superiores para desde ellos condicionar decisiones de gran calado. ¿No suena todo un poco bananero? Desde luego. Más cuando en el Congreso hay ahora una mayoría progresista (lo que algunos dan en llamar "mayoría progresista y plurinacional" no sin cierta superioridad moral) y en el TC una mayoría conservadora, de ahí el evidente embrollo. Vamos, que la Justicia no es en España del todo independiente; y eso que ya nos han avisado desde instancias europeas que a los jueces no deberían elegirlos los políticos.

Este escenario de confrontación y evidente crisis institucional va a traer cola, o al menos hasta que se superponga otro tema que dé que hablar y envalentone aún más los ánimos de los representantes de la voluntad popular, ya de por sí demasiado exaltados. Declaraciones rimbombantes de trazo grueso y con referencias al 23F o a la dictadura de Franco ya hemos comprobado que gustan mucho; capacidad de cierto entendimiento con el contrario hay más bien poca.

Pero, ¿por qué se ha llegado a este punto? La nula voluntad de renovar esos cargos por parte del PP no ayuda en absoluto y el Gobierno intenta cobrarse la revancha, aunque para quien escribe lo realmente grave va más allá y estriba en que el Consejo de Gobierno tiene marcada su hoja de ruta. Que los árboles no nos impidan ver el bosque. Pedro Sánchez se embarcó hace ya tiempo en una cruzada personalista y ha navegado con algunas turbulencias hasta adentrarse en una parte del océano en la que se anuncia tormenta y de la buena. Haré memoria. Se desdijo de una parte de sus promesas electorales al desenfundarse el chaleco de la moderación tras declarar que junto a Pablo Iglesias no dormiría tranquilo. De hecho compró con él una cama más grande para acoger a los socios que imponía Podemos. Después vinieron los indultos, la anulación del delito de sedición, la reforma de la malversación -ambas en trámite parlamentario- y todo lo que pueda estar por llegar de aquí a las próximas elecciones locales y autonómicas. El presidente quiere seguir a todo trapo en la Moncloa y hará lo que esté en su mano para continuar mintiendo a sus votantes primero y al conjunto de los españoles después, anunciando cosas solo un par de días después de haberlas desmentido, como está sucediendo. No se puede ser más mezquino y mentiroso. 

Esta tormenta política en la que el Gobierno se ha enzarzado quedó inaugurada con las consecuencias de la aprobación de la "Ley del solo sí es sí", que está sacando a la calle a violadores con condenas pendientes. Hemos comprobado escasa capacidad de crítica de quienes diseñaron esta reforma legal, sí en cambio ataques infundados con palabras gruesas -otra vez- y recurrentes hacia quienes deben dirimir los casos en base a la ley por parte de algunas ministras. Pero quieto parao porque con la reforma de la malversación pudiera ocurrir lo mismo con toda esa pléyade de delincuentes que aún está en la cárcel o con condenas pendientes porque para Pedro Sánchez comprar un chalet con dinero robado sí es corrupción, pero no cuando lo regalas para fines ilícitos o de partido, como si ese dinero fuera la propina de los domingos.

Estamos llegando a niveles de indecencia muy preocupantes. Asistimos a intentos partidistas de retoque del armazón jurídico e institucional por mera conveniencia política y de supervivencia. La capacidad legislativa del ejecutivo ejercida ahora por la puerta de atrás, de manera exprés o urgente, carente de debate y sin atender a ningún órgano consultivo. Pedro Sánchez ha comprado el discurso de la extrema izquierda y ha unido su futuro al de partidos como Bildu y ERC, el cual le chantajea casi a diario para destejer todo lo juzgado y penado con relación al Procés desde que este estalló en 2017. A partir de ahora, ¿por qué no saltarnos las leyes si estas perderán casi todo su valor jurídico y punitivo? Para defender las rebajas este Gobierno ha sacado escusas hasta de debajo de las piedras para hacernos creer que su manera de proceder es la que el país necesita y, vista la parálisis social, tan notoria en el votante socialista, puede que lo esté logrando.

El final de año está siendo taquicárdico con una amenaza tan clara a la separación de poderes y el incumplimiento de renovación de los órganos constitucionales por un evidente interés de partido. El ambiente político es de polarización extrema y está por ver si se traslada al orden social. Nos ha tocado la lotería con los representantes públicos, esos a los que elegimos cada cuatro años, recuerdo. Solo queda esperar que el año nuevo nos traiga otro clima aunque mis esperanzas de que sea así son muy pocas. En cualquier caso... ¡¡¡Feliz 2023!!!


jueves, 12 de mayo de 2022

El no va más

   Si con intentar salir de la pandemia no teníamos suficiente, la amenaza incesante de los ejércitos de Putin a la estabilidad de Europa socava todo esfuerzo de recuperación económica en lo que queda de año. Las subidas del precio del gas, la luz y el combustible son un hecho que parece difícil de detener en un clima económico de encarecimiento general de la vida que viene a vaciar las ajadas carteras de los españoles.

   Desde luego que la economía difícilmente tiene visos de recuperación a corto plazo, pero es que el clima político tampoco ayuda a insuflar mucho optimismo. Me explico.

   Todos podríamos mencionar un buen puñado de asuntos que -es lo deseable- requeriría el acuerdo y el consenso de aquellos partidos que tradicionalmente se reparten la gobernanza de nuestro país. La educación, la Justicia, la memoria democrática o la reforma de la Constitución son esos nichos en los que no vendría nada mal un principio de acuerdo que no deje al albur de quien gobierna ese tipo de postulados. Me refiero a que quien tome las riendas del país no consiga imponer por una mera suma aritmética de voluntades un nuevo plan educativo, otro más, por poner un ejemplo. Que todo se haga con una visión de permanencia y de futuro a años vista. Pero está comprobado que no hay manera.

   La cosa toma tientes de drama porque España da muestras de retroceso democrático de un tiempo a esta parte. Por un lado, en el ámbito de las mentalidades se está imponiendo cierto pensamiento único, un modo de pensar que excluye a toda esa gente no ya que discute esos postulados que se van implantando como los correctos sino, y lo que es más grave, a todos aquellos que osan matizarlos. Se está eliminando la capacidad de cuestionar; o entras por el aro o eres un bicho raro propenso a etiquetar. O eres de izquierdas (pero muy de izquierdas) o eres de una derecha que además es rancia y (cuasi)franquista. No hay término medio. Se ha instalado el tratarnos como a niños. La política se ha "puerizado" a saltos agigantados de unos años hacia acá.

   En el ámbito de la política dicho retroceso tiene mucho que ver con el señalamiento del rival, lo cual consiste en denunciar las armas que este usa para dar toda la legitimidad posible a nuestro modo de proceder, sea cual fuera este. Y eso es precisamente lo que hace el presidente del Gobierno Pedro Sánchez. Víctima de su narcisismo, con el único fin de gobernar a toda costa ha cometido numerosos errores cuando no directamente algunos atropellos de muy baja categoría moral y democrática (intromisión en la Justicia, modificación injustificada en política exterior, etc...)

   El gobierno compuesto por PSOE y Unidas Podemos casi desde el principio vive inmerso en la ceremonia de la confusión. Cada semana salta una polémica distinta y eso deteriora una institución tan importante como es el poder ejecutivo. El último motivo para el asombro ha sido la expiación a distintos miembros del Gobierno con el programa Pegasus, que viene a añadir la labor muy cuestionada del CNI respecto a varias personalidades del independentismo. El ejecutivo no ha dudado en utilizar los servicios de inteligencia de los que dispone para un interés particular en lo que atañe a sacar a la luz ese tipo de información en provecho propio y justo cuando más le ha interesado.

   Oh casualidad, en este asunto tan espinoso la presidenta del Congreso no ha dudado en intervenir en auxilio del partido que la propuso para ese cargo y de la noche a la mañana cambió los baremos con los que elegir a los miembros de la Comisión de secretos oficiales. Dando cabida con ello a partidos políticos que tienen en su catecismo la desmembración del Estado español. No se ha incluido a Más País o a Coalición Canaria, sino a Bildu y a la CUP, sin ir más lejos. 5 partidos independentistas por 5 de implantación nacional porque había un interés en que así fuera, metiendo al lobo en el corral de las gallinas, haciéndoles partícipes de secretos sumarísimos y esperando pacientemente que jamás suelten prenda como partidos de confianza inquebrantable que ya han demostrado ser (ironía).

   Esta por ver cómo termina la trama de espionaje que atañe al servicio de inteligencia que emana del Gobierno de la nación, pero hasta el momento ya se ha cobrado su primera víctima y puede que haya más ante el hambre insaciable de algunos partidos, precisamente aquellos de los que forman parte los que decían que lo volverían a hacer o animaban a las masas a tomar las calles de Cataluña y a cortar sus autopistas. Casualmente o no, sus mayores cabecillas están ahora en la calle viviendo la buena vida por obra y gracia del presidente de todos los españoles que desoyendo los informes jurídicos que se emitieron decidió indultarlos para salvar la legislatura.

   En un gobierno de aciertos y errores desde luego que no se puede obviar la atracción irrefrenable que tiene Pedro Sánchez por todo lo que suene a centrífugo. Cuando le toca elegir siempre tiene claro cuales son sus socios; la geometría variable la ejerce cuando no tiene más remedio, con un trágala a última hora y sin ser generoso en buenas palabras ni desde luego dialogante con el que considera su rival. Con el independentismo ha tejido una alianza a cualquier precio aunque ello suponga exponerse a su chantaje porque para nuestro presidente mantenerse en el poder es el único fin, aunque haya sapos y culebras que tragar y vendiendo hasta a su colaborador más íntimo si eso fuera lo necesario. ¿Que por qué crece un partido extremista como VOX? Pregunten ustedes a Pedro Sánchez; y pregunten también a las “ministrillas” de Podemos. Pregúntenles por qué ser de izquierdas significa aliarse con el secesionismo y normalizar sin ambages a un partido como Bildu. Cada cual, y esto va también por el Partido Popular, que reflexione sobre la deriva ideológica de España en estos últimos lustros, la radicalización de los discursos y la orfandad en la que han querido dejar a la gente que solo desea prosperar pero se ha encontrado con un muro ideológico que lo tritura todo y evita que una democracia como la española transite sin titubeos, carcomida en cambio por un sistema de partidos que no deja de ser una rémora. La España de los lastras, echeniques, ayusos y rufianes se erige triunfante envuelta en un rifirraje permanente que se retroalimenta.

   Estos politicuchos embobados en mantener o conseguir el poder a toda costa se hallan a años luz de las necesidades de las mayorías. En el caso del PSOE de Pedro Sánchez, aunque no lo ha tenido fácil ha sido incapaz de buscar consensos más allá de su sector ideológico porque casi nunca le ha interesado. Puede que logre acabar la legislatura, pero el 2023 electoral está a la vuelta de la esquina y las urnas podrian hacer que pague por esas calculadas decisiones que han puesto al país al pie de los que pretenden saltarse las leyes y también de aquellos estados que desde fuera buscan provecho en nuestras debilidades como nación.


martes, 12 de octubre de 2021

Instrumentalizar la Historia


Ocurre siempre cuando se acerca la fecha del 12 de octubre. Pero ya no solo. En los últimos años se suceden los titulares que resumen lo que personajes conocidos -políticos, cineastas, intelectuales...- han dicho en entrevistas o en sus redes sociales acerca del Descubrimiento y Conquista de América por parte de la Corona española. Opiniones referentes a acontecimientos complejos que, valga recordar, tuvieron lugar hace ya 500 años y por lo tanto bastante alejados del momento actual.

Desde luego que muchas de esas argumentaciones son vertidas con una simpleza pasmosa y sin ningún rigor. Se prescinde de toda capacidad de análisis, del matiz, y no hay ánimo de encontrar los muchos grises que inundan aquellos hechos que marcaron el devenir de España, para bien o para mal, en los siglos posteriores. 

De un lado, muchas de esas aseveraciones remarcan lo nefasto que fue la intervención española en el continente recién descubierto, sobre todo si se pone el foco en la repercusión que supuso para los pueblos indígenas, que perdieron su identidad y su porvenir en una tierra que no distaba mucho de ser el Edén. ¡Malditos españoles! Desde la Península Ibérica solo llegó gente ávida de sangre y con el único fin de apropiarse de las ingentes riquezas que atesoraban territorios tan prósperos; y, ya de paso, aprovecharon para sustituir su rosario de pequeñas creencias por la omnipresente religión cristiana, imponiendo los valores y la lengua de Castilla desde California hasta la Pampa y desde las Antillas hasta el sur del Pacífico. 

Censurar sin ambages e incluso exigir perdón es una moda que se va imponiendo a ambos lados del Atlántico y cuya representación más visible es la demolición de las estatuas de los protagonistas de aquellas gestas. Así de simple, sin miramientos y sin dar pie al debate con quienes más entienden. La Leyenda Negra no necesita de adeptos en nuestro país.

A esas opiniones, algunas de ellas salidas de la lengua -o de los dedos- de altos representantes que pagamos todos, se oponen las de quienes solo ven parabienes en la llegada de los españoles a Nuevo Mundo. Una hazaña henchida de heroísmo y justicia a la que no caben reparos, vista como una nueva cruzada ante la necesidad que tenían los indios de liberarse de la barbarie y encontrar la luz. Un discurso trasnochado que ha vuelvo a reavivarse y del que ya hace mucho tiempo se desmarcó nuestra historiografía nacional.

Con cierta perplejidad compruebo cómo de manera general desde los partidos políticos se quiere meter mano en la Historia; o más bien, en la interpretación de los sucesos del pasado. Unos para justificarse; otros, para que nos avergoncemos. Cada cual utiliza esa ciencia cómo y cuando le interesa, tratando con ello de alimentar el relato que más le conviene y para sus propios fines. Total, jamás estuvo de más reescribir nuestro pasado.

Lo más molesto de todo es la confusión y el error tremendo que supone valorar acontecimientos tan lejanos en el tiempo (podría también hacerlo extensible a hechos de los siglos siguientes) con los ojos del siglos XXI. La moral, la mentalidad, el conocimiento, los valores educativos o familiares, etc, no eran los mismos que los que imperan en estos tiempos de Twitter e Instagram. Podemos considerar a aquellas gentes unos bárbaros y tildarlos de todos los "ismos" que queramos, pero si caemos en ese error infantil pensemos en lo que dirían de nuestra sociedad de valores perfectos los españoles de quinientos años después (si acaso queda algo de este país para entonces, claro). 

Ya va siendo hora de que hablen y sobre todo se les escuche a los historiadores, verdaderos estudiosos de nuestro pasado. Su conocimiento, sabiduría y capacidad de análisis crítico deberían ser atendidos. También por nuestros representantes públicos antes de sus cansinas y repetidas peroratas. Porque todo lo demás es contaminación y ruido, madera cuidadosamente escogida para avivar la humeante pira de la crispación social y política en la que el país se encuentra y de la que no aspira a escapar.


lunes, 10 de mayo de 2021

Confrontación


Ya podemos volver a nuestras vidas. No ha habido día, en los dos último meses, en el que los españoles que no poblamos la capital hayamos dejado de oir/ver soflamas con las que incentivar la participación electoral en la Comunidad de Madrid. Nos iba la vida en ello al resto. Porque si Madrid no es España... casi.

¿Unas elecciones que han servido de lección? Igual sí. Porque tela marinera con los partidos políticos y los candidatos a conseguir la presidencia... ¡Qué debate!¡Qué consignas!¡Qué todo! Aunque tampoco habría que olvidar la muy estimable colaboración de los medios de comunicación en su más amplio arco ideológico. Debían arrimar el ascua a su sardina. Perdón, mejor dicho intentar que se achicharrase la del contrario, la del enemigo, porque ya no hay rival bueno que valga.

Quedan lejos los días en que un terremoto con epicentro en Cartagena no tardó en generar una réplica inmediata e inesperada en la capital del Reino. Isabel Díaz Ayuso quería gobernar sola, se había cansado de rendir cuentas a sus desorientados socios y la ocasión venía que ni pintada para lograrlo en vistas de su disparada popularidad. Que Madrid tiene unos datos epidemiológicos preocupantes, qué mas da, ella lo vale. Total, cual chiquilla adolescente no hay nada ni nadie que se interponga ante sus deseos.

Tiremos de hemeroteca. De inmediato a la convocatoria a las urnas, puño en alto y a bombo y platillo, Pablo Iglesias decide desocupar su plaza vicepresidencial para lanzarse al barro y así combatir la amenaza del fascismo. Para Ayuso, el bocado perfecto y el rival deseado visto el rechazo que el ya exlíder podemita genera en amplios sectores de la sociedad madrileña (y española). Posteriormente, Pedro Sánchez y buena parte del aparato del sector socialista del Gobierno (incluido el Ministro del Interior y la Directora General de la Guardia Civil) deciden intervenir de manera protagónica en los mítines del candidato Gabilondo, comprando el diccionario político de Pablo Iglesias y acusando a la presidenta de llevar a la Comunidad de Madrid a la desobediencia civil  y la deslealtad institucional.

Y entre la caprichosa Isabel, un exaltado Iglesias, la amenaza de ver a VOX dentro del Gobierno autonómico, sobres amenazantes por doquier, un presidente del Gobierno dispuesto a picar el anzuelo y un partido como Ciudadanos con la batería fundida pero -pese a la dolorosa patada ahí, donde más duele- dispuesto a reeditar su pacto de gobierno con el PP, discurre una campaña fatigosa y barriobajera con el telón de fondo de las vacunas y el paro, en clave ya no madrileña sino nacional. Dos bloques enfrentados y un discurso de rompe y rasga en torno al fascismo, el comunismo y la libertad. Todo en lenguaje extremadamente retórico y con tintes guerracivilistas, como en el 36. Si hasta Ángel Gabilondo tuvo que aparcar su moderación para entrar al trapo de una manera tan burda, postiza y ridícula que esa ha sido una de las claves de la debacle de los socialistas el martes pasado.

Ayuso hizo que casi todos claudicaran ante ella cual araña venenosa, convirtiendo estas elecciones en un plebiscito sobre la libertad de los madrileños y sobre la gestión política del Gobierno de coalición en lo tocante a la pandemia. Enmascaró su irresponsabilidad y sus errores con los problemas de gestión del Gobierno central y con el rechazo que la figura de Sánchez genera debido a su política de alianzas. Muy hábil, pero a cambio de vender un discurso frentista y polarizando aún más a la sociedad, algo que prácticamente todos los partidos han buscado desde el primer instante al alzar el tema ideológico al púlpito del debate político. 

En España sobra mucha arrogancia en la clase dirigente y también en quienes ejercen de oposición. En una situación económica de delicadeza extrema, cuando aún hay mucha gente que no ha podido volver a su trabajo y cuando otros tantos se han visto endeudados o han tenido que clausurar sus negocios, la situación exige a los políticos empatía, altura de miras y que bajen a la realidad del día a día. En cambio, todo se ha enturbiado con el debate ideológico: las derechas, las izquierdas, los fachas, los comunistas... Imposible llegar a consensos con tales etiquetas trasnochadas y tanto griterío patrio. La ideología no da de comer a los españoles; lo da una administración práctica, ágil y cercana a las necesidades y circunstancias de la gente. Para lograrla, hay que escapar del discurso de baratija, aquel que solo sirve para alimentar mi popularidad entre quienes me votan.

Los unos dicen que la arrolladora victoria del Partido Popular tiene un significado nacional. Los otros, que solo se entiende en clave madrileña. Como siempre, cada cual ve la paja en el ojo ajeno. De cualquier modo, en el bloque progresista mal haría el PSOE si no analiza a fondo estos resultados que le han llevado a ser la tercera fuerza en el parlamento. A Ayuso le han votado también muchos desencantados con la gestión política y epidemiológica de Pedro Sánchez, eso es evidente. Un voto de castigo ante lo que supondría otro gobierno con Pablo Iglesias dentro. Por su parte, Ciudadanos sentencia su próxima desaparición tras este resultado catastrófico. Otro más. Que me expliquen cómo después de quedar humillado y en la cuneta por la presidenta Ayuso, su discurso ha girado inexorablemente en tratar de reeditar su alianza con los conservadores. Poca memoria la suya.

Se ha vuelto a comprobar. Desde hace unos años se ha convertido en un imposible la alianza entre los socialdemócratas y los liberales en nuestro país. Desde el frustrado "pacto del abrazo" entre Sánchez y Rivera en el 2016 no han hecho más que ponerse zancadillas. Los socialistas porque prefieren condicionar sus políticas al populismo de izquierda o apoyarse en el nacionalismo, mientras que los naranjas porque a la mínima oportunidad que tienen traicionan aquello que tanto pregonan para solaparse al PP en prácticamente todos los ámbitos territoriales. Si hay una salida honesta y moderada, tan necesaria, que pudiera representar la alianza de gobierno entre estos dos partidos, resulta ya una quimera. Y ahora en Madrid, tras sus desastrosos resultados, ha quedado meridianamente demostrado pese al perfil amable de sus candidatos.

En un tablero de buenos y malos, de blancos y negros donde jamás se buscan matices grises, siempre sacan provecho los extremos. Las cuentas están hechas. En el fondo Madrid podrá presumir de la rapidez conque va a tener un gobierno salido de las urnas. No como en Cataluña, donde aún discrepan del puesto -y la paga- que hay que asignar al president que mora en Waterloo. Mal vamos.


jueves, 12 de noviembre de 2020

El juego de las sillas

   



     Por entonces la imaginación lo era todo. Seguro que nadie olvida aquellos juegos colectivos con los que pasábamos el verano los niños que crecimos en los 80. Y entre ellos uno de los más significativos era aquel en el que un grupo de personas correteaba al son de la música en torno a un círculo de sillas vacías. Siempre había una persona más que el número total de sillas; así que cuando cesaba la música y había que buscar asiento, siempre un chaval, infeliz, quedaba apeado de su propósito. E incluso, algunas veces, veía aterrizar sus posaderas en el parqué o sobre el mullido y fresco césped.
     Aquel juego al que algunos encontraban su gracia es en lo que se ha convertido en esta recta final de año el panorama político español. Es casi el asunto de moda, salvando las distancias, claro está, con todo ese inmenso pack que tiene por etiqueta "covid-19". Tras varias prórrogas, ahora por fin toca aprobar unos nuevos presupuestos de país que son necesarios, pues irán en consonancia con las cuantiosas ayudas que se recibirán de la Unión Europea para paliar los estragos de la pandemia.
     Sin embargo, no se está hablando estos días de las medidas que la confección de esos nuevos presupuestos va a suponer: cuánto van a subir/bajar los impuestos, los gastos destinados a determinadas medidas, las inversiones... De lo que se habla es del sesgo ideológico, de quién debe apoyarlos y de quién no, de trazar fronteras, de vetarse. Y todo ese teatrillo de declaraciones que vemos u oímos a diario es altamente vomitivo e impresentable, porque de lo que se acuerde y de las medidas que se consensúen dependerá la salida a esta crisis para todo un país.
     En el epicentro hay un gobierno de opinión dividida: la parte de Unidas Podemos prefiere y exige que el apoyo a los presupuestos venga exclusivamente de los partidos de la investidura (partidos de izquierda; para ellos por supuesto incluyendo a los nacionalistas y naturalizando al PNV como partido aconsejable aunque no sea de izquierdas). Y el sector PSOE, que prefiere, al menos en teoría, abrir el abanico de apoyos a izquierda y derecha. La geometría variable de la que tanto se ha hablado. Y en esa diatriba está claro que hay un enfrentamiento y uno que hasta este instante va ganando.
     Para enredar el ovillo, ERC declara que no sumará su apoyo a esos presupuestos si lo hace Ciudadanos, por considerarse incompatibles. Y el partido naranja dice exactamente lo mismo con respecto a los republicanos y Bildu. El diseño en cuanto a medidas e impuestos de los presupuestos queda ya en un segundo plano frente a la política con los susodichos vetos cruzados, una vez superado el trámite de enmiendas a la totalidad.
     Ayer el vicepresidente Pablo Iglesias celebraba por todo lo alto que Bildu, con la portavocía de Arnaldo Otegi, fuera la primera fuerza en anunciar su apoyo a tan esperados presupuestos. El partido morado insiste con vehemencia en echar de la ecuación de apoyos al partido de Inés Arrimadas, que parece estar dispuesto a apoyar los presupuestos "por responsabilidad" y así demostrar ser un partido de política útil. Es por ello que Pablo Iglesias, una vez más, sale en apoyo de la pretensión de ERC de que Pedro Sánchez a la hora de alcanzar mayoría para tal propósito escoja finalmente a los republicanos catalanes en lugar de al partido liberal, que debe quedar fuera de la suma a toda costa y volver al redil de la foto de Colón.
     El pulso para Ciudadanos es de alto voltaje toda vez que ha mostrado su intención de pactar las cuentas. Buscar la moderación siempre ha estado mal visto en España y supongo que Inés Arrimadas sabe que todo lo que haga le va a acarrear impopularidad, incluso entre sus votantes. Lo más fácil sería seguir la estela oscura de Albert Rivera y negarse a negociar, enfurruñarse y plegarse al rifirrafe, alimentando con ello al fantasma -más real que imaginario- de las dos Españas. Según parece, hasta el momento aguanta no solo el pulso, sino los groseros improperios de otros oscuros personajillos como Rufián o Echenique. Pero, ¿no ve la hora de plantarse y decir basta? ¿De hacer saber a ese PSOE de dos caras que no todo vale para seguir en la Moncloa y que lo moral tiene un límite?
     Bien. En todo caso no nos equivoquemos. No podemos perder de vista que se votan unos presupuestos que son necesarios. Desconozco si son los mejores, si son buenos o si son malos. Pero desde luego de lo que no se debería tratar en este momento es de si tú vas a salir en la foto conmigo y yo no quiero. No hay muchas opciones: sí, no y abstención. Punto. No hay más. Solo la responsabilidad que conlleva el mandato ciudadano y de que la clase política cobra por trabajar para la nación e intentar entenderse. 
     Mi consejo para la sra. Arrimadas es claro: si los presupuestos no le disgustan, que los apoye, pese a que también lo hagan partidos que le aborrezcan. Condicionantes tan tajantes no son apropiados. Hay que demostrar visión de estado y no buscar la inmediatez de los votos. Lo importante es ser útil. Lo de los vetos es una estupidez ante las cosas de comer, que es lo que nos concierne ahora.

     Dicho lo cual, apena comprobar el poco criterio propio de la parte socialista del Gobierno de Pedro Sánchez. Con tal de permanecer en el poder el mayor tiempo posible está siendo capaz de tragar todos los sapos que le está lanzando el partido de Pablo Iglesias, especialmente cada vez que hace un ademán por buscar apoyos en el resto de partidos nacionales. Pedro está secuestrado irremediablemente por Pablo y así ese ejecutivo picapiedra, a la hora de la verdad y cuando hay que tomar decisiones, desoye a todo lo que no huela a ideología, pues el vicepresidente segundo impone con quién se ha de pactar, deambula a su libre albedrío y lo que es peor, dicta qué política hay que hacer para tener siempre contentos a esas, digamos, amistades peligrosas de las que frecuentemente place rodearse. El vicepresidente Iglesias, en cuanto tiene la ocasión, se convierte en ese niño travieso que convenientemente coloca la silla rota para ridiculizar al compañero que le cae mal; aquel que se las sabe todas y ante la falta de una autoridad que le meta en vereda ostenta el poder de hacer parar la música en el momento que estime. El resultado es una España dividida en dos, lo mismo, oh casualidad, que ansía VOX. 
     Aún no hemos dejado atrás lo peor de una pandemia que transita por una segunda ola que nos toca a todos, sin distinción de la ideología de cada cual. Mientras el virus campa a sus anchas se demuestra que el otro virus, el de la política, el de la división irreconciliable y el oportunismo, está siendo muchísimo peor. Pensábamos que igual la grave tesitura los iba a hacer cambiar, ¡qué ilusos! Se apaga la música y ellos siguen en sus sillones, con sus sueldazos, intocables; los españoles, en el fango, esperan una ayuda para incorporarse que no llega. De nada, ilustres diputados.

jueves, 16 de julio de 2020

Interpretar la Historia

Por fortuna y aunque nos parezca mentira, no solo de noticias en torno al coronavirus vive el habitante del mundo. Y es que, pese a lo intrincada que se ha vuelto la situación sanitaria a nivel tanto nacional como internacional, también han tenido lugar otros acontecimientos que han quedado inevitablemente en un segundo plano informativo.

Uno de los asuntos que entran en ese escalafón es la explosión de un movimiento iconoclasta que ha tenido lugar en diversos lugares de América y también de Europa (a España parece que aún no ha llegado con la misma fuerza). Se caracteriza por la pretensión de derribar aquellos monumentos o recuerdos erigidos en honor de personalidades de un pasado más o menos lejano en el tiempo. Algunos son descubridores o conquistadores, también los hay que fueron dirigentes políticos (gobernadores, reyes...) o incluso benefactores y promotores de la economía, las ciencias o las artes.

Ira desatada contra las estatuas de Cristóbal Colón en Estados ...
Vivimos un tiempo de revisión continuada. Y a ciencia cierta que ello no resulta tan novedoso: el mundo siempre ha cuestionado los acontecimientos del pasado, que la mayor parte de las veces nos enseñaban que eran irrefutables o incontestables. La historia no es tan perfecta como se nos ha hecho ver, tiene muchos matices. Siempre ha habido momentos para censurar los tiempos pretéritos, como ocurrió en la Francia de la Revolución, que entre sus preceptos estaba el hacer tabla rasa de todo lo que recordara al periodo de absolutismo monárquico anterior. Y así en todas las naciones a lo largo y ancho de los siglos.


Pero esa reinterpretación de la Historia que algunos tratan de imponer ahora no nace desde un verdadero conocimiento de lo anterior. Desde luego que no desde un punto de vista sosegado. Nos creemos con la suficiente autorización para juzgar el pasado con los ojos del siglo XXI, desde nuestro mundo de valores moderno, superior y evolucionado. Nos permitimos el lujo de exigir a una persona del siglo XV o del XVI que tenga la misma compasión por el débil que la que podemos mostrar hoy en día, obviando que la Historia se escribe desde una ecuación de pugna constante donde siempre hay unos que dominan y otros que resultan dominados y, por cierto, casi nunca de manera consciente. Cada individuo no deja de ser producto del tiempo que le ha tocado vivir, con sus ataduras y todas su injusticias, por supuesto.

La clave del asunto estriba en que la gente que se amotina para echar abajo un monumento conmemorativo hacia una persona (hombre, casi siempre) no está juzgando el pasado sino que lo que lleva a hacerlo es su frustación con un presente o un futuro que no le gusta y que quiere modificar. Y como no puede, piensa que algo podrá contribuir a base de gestos, cuales derribar un busto o una estatua con toda su ira y desde luego sin miramientos.

Es preocupante que en nuestro tiempo no sean los historiadores quienes "nos cuenten" la historia, o más bien, que los ignoremos. Y son los políticos u otros agentes de la sociedad quienes, frecuentemente a través de la red social del pájaro (pero no solo ella), y como delante de un enfurecido altavoz, tratan de dar lecciones de lo que es moral o inmoral, bueno o malo, reinterpretando los hechos históricos a su antojo y además con sumo convencimiento y tratando de imponer su visión sesgada a los demás. Y qué duda cabe que sus impresiones van a llegar a más gente que las que pueda tener un curtido catedrático de Historia.

Hechos como la censura a una película como Lo que el viento se llevó por mostrar, según se ha dicho, valores "inapropiados" o "justificar el esclavismo", son inconcebibles y muy negativos, porque obliga a pasar por el tamiz de la corrección política a todas las creaciones artísticas o intelectuales de otro tiempo. Es una nueva censura. Lo mismo sucede cuando pretende instaurarse la moda de poner notas aclaratorias a los monumentos o a cualquier creación artística para no sentirnos cómplices de un pasado que a menudo nos sonroja. En este sentido, creo que nuestra sociedad va por muy mal camino porque eso nos infantiliza.

La Historia es pasado; no se puede modificar. Se interpreta y no se juzga, está ahí. En cambio, podrá servir para que fabriquemos las baldosas del sendero del futuro y evitar que lo negativo amenace con volver a repetirse o, lo que es peor, a destruirnos. 



martes, 25 de junio de 2019

CiudadanoX



Hará poco más de una semana, en una entrevista televisiva, Inés Arrimadas decía tantas cosas y con tanto convencimiento que a no mucho tardar vendrán a engrosar la hemeroteca famosa del verdadero o falso. Y no para bien de la diputada catalano-andaluza, precisamente.

Es digna de estudio y de análisis pormenorizado la trayectoria reciente de un partido de origen catalán como Ciudadanos (Ciutadans) y de extensión nacional desde las elecciones europeas de hace cinco años. Aunque por entonces la irrupción de Podemos, que emergía de las calles del 15M, fue mucho más relevante y rimbombante, la implantación a nivel estatal de un partido antinacionalista como Ciudadanos suponía también otra patada en la espinilla del bipartidismo político. Ambos, Podemos y Ciudadanos (en adelante C`s), pese a sus muchas diferencias, venían a regenerar la vida política, a insuflar nuevos aires al desacreditado panorama de la res publica; y lo hacían en principio de manera transversal. Además, tanto Albert Rivera como Pablo Iglesias eran dos líderes jóvenes pero completamente diferentes que aún así abrían la puerta a posibles pactos entre estas formaciones en cuanto a la lucha por la regeneración y la transparencia de las instituciones. La realidad, en cambio, ha venido a contradecirles.

En este blog que actualizo cada mucho tiempo me he referido en varias ocasiones a la formación morada, pero hoy este post va dedicado al sr. Rivera y a la deriva tan triste como curiosa que ha llevado la formación que con mano de hierro aún sigue manejando el político barcelonés. He aquí un decálogo de los grandes males que ha ido acumulando el partido naranja.

1) C`s acusa el personalismo político de su líder. Porque debajo de esa apariencia de partido de bases todo se hace con la aquiescencia de Albert Rivera. Todo.

2) En infinidad de ocasiones hay un patrón que se repite en la formación liberal: muchos de sus integrantes (a nivel municipal, sobre todo) provienen del PP o del PSOE. Sin ir muy lejos, de cara a las últimas elecciones al Parlamento Europeo fueron muy sonados algunos fichajes de tales formaciones. Gente que supuestamente ha venido a quedarse, con el único mérito de discrepar en ese momento de los dirigentes rojos y azules. C`s a veces da la sensación de que se nutre demasiado de las manzanas tocadas que caen del árbol.

3) Es una verdadera pena su cada vez más palpable falta de autocrítica. Si bien es verdad que no le fue mal en los comicios generales, en las autonómicas y municipales se dieron un batacazo. Contando con una menor implantación territorial que el Partido Popular era imposible competir de igual a igual, por más que Albert Rivera quisiera erigirse en el líder del espectro de centro-derecha. Y lo que es un fracaso lo es siempre aunque con la magia de las palabras trate de disfrazarse de otra cosa. La falta de modestia y de sentido de la realidad han venido a engullir el discurso de C`s hasta límites indignantes.

4) Sospechosos casos de amaño en distintas primarias nos dan a entender que aquello de la "nueva política" era un cuento. Rodearse de personajes tan en entredicho como la exconsejera del PP en Castilla y León Silvia Clemente era una decisión desacertada de la Dirección del partido y que iba a conllevar un importante descrédito. Pero es que en los últimos tiempos en C`s, ante las críticas, balones fuera y lo que es negro es leche porque me empeño yo. Mal camino llevamos.

5) El C`s actual no se asemeja nada a aquel que pactó un programa de gobierno con Pedro Sánchez a comienzos del 2016. El de ahora se ha agazapado en las trincheras y tiene la dudosa virtud de no  intentar apaciguar los encrespados ánimos de la política nacional por un mero interés partidista. Tenía razón Manuel Valls: "para C`s, cuanto peor, mejor" y sus declaraciones recientes tan devastadoras con el partido naranja vienen a expresar la realidad de lo que se ha ido convirtiendo un partido que representaba la centralidad política. Ese discurso de las derechas y las izquierdas vuelve a estar más vivo que nunca, ¿por qué será?

6) C`s ha insuflado vidilla al PP más derechizado de los últimos tiempos. La situación del partido conservador era tan sumamente delicada por la contundente victoria socialista a nivel global que solo un pacto con VOX y C`s le permitía seguir ostentando gran parte del pastel autonómico y municipal. El sr. Rivera tenía la posibilidad de dar la puntilla al PP de Casado, pero en cambio una alianza tan decidida como ciega con la sede de Génova 13 le ha dejado como un tenor del montón a cambio de un único plato de lentejas. Una estrategia a todas luces errónea que ya ha empezado a tener consecuencias en forma de deserciones.

7) La foto de Colón es la contundente y bochornosa imagen de la derechización de C`s, que hace ya tiempo renunció a su vocación socioliberal en aras de aliarse con el Partido Popular con el solo fin de derrocar a Sánchez. Ni siquiera los muchos casos de corrupción pendientes de esclarecer en las filas populares, ni sus numerosos años de tutelaje en autonomías y diputaciones, han logrado que Albert Rivera dé su brazo a torcer en casi todo el mapa nacional. Supongo que hay razones suficientes para poner el grito en el cielo con respecto a la alianza del PSOE navarro con los independentistas, pero hay muchísimas menos para dejar gobernar al partido más votado en Castilla y León con tal de tejer una alianza tan ciega como ingenua con un partido que lleva gobernando 32 años la comunidad más extensa de España y cometiendo durante ese lapso de tiempo no pocos desmanes. Muy bonito todo, Albert. Seguramente que son muchos los castellanoleoneses que te estarán felicitando. "Regeneración" lo llamabais.

8) Se puede acusar a Albert Rivera de obsesionarse con el preocupante -porque lo es- tema catalán. Y toda su manera de actuar a nivel político se ve contaminada por Cataluña. Incluso, para consensuar un pacto, su partido obligó a las direcciones territoriales del PSOE a firmar un documento donde expresar la disconformidad con las políticas de la dirección nacional y apoyar la aplicación del art. 155 de la Constitución en Cataluña. Así y todo, el asunto del Procés ha venido a condicionar  completamente la política social, económica e institucional del país gracias en cierta medida al empeño de C`s.  Mezclar las cosas nunca ha sido buena idea. Supeditar las reformas estructurales que necesita España, algunas bastante urgentes y que requieren una mayoría fiable en el Congreso, a que el Partido Socialista ni siquiera pueda reunirse con los partidos independentistas es una auténtica barbaridad que refleja la falta de ética del bandazo de C`s al papel de oposición feroz.

Mimetización con el PP, ese "contigo sí, pero como que no se note" con respecto a VOX para sacar cacho y un "cordón sanitario" al PSOE por considerar a Pedro Sánchez un nuevo Lucifer son sus dogmas de fe ahora. Aún decían hace unos días que con Jaume Collboni sí -pero con Colau nunca- para justificar su ruptura con Manuel Valls cuando habría que recordar que el propio PSC es lo más fiel al sanchismo que hay a nivel territorial. El argumento de C`s, además de una falacia, no se sostiene por incongruente. Otro más...

9) C`s ha vertido unas cuantas mentiras con respecto a Pedro Sánchez, investido legítima y constitucionalmente como jefe del Ejecutivo tras una moción de censura. Y justo en ese momento, cuando las encuestas con respecto a un posible adelanto electoral daban a C`s un importante subidón, llegó la negativa de Pedro a convocarlas. Cual niño pequeño que coge una rabieta en la que le va la vida, Albert Rivera, que hasta ese momento había sostenido al gobierno del que decían nunca iban a hacer presidente (Rajoy), jamás se lo ha perdonado y eso ha originado su intransigencia hacia los socialistas. Ha hipotecando el bien del país por una postura política impropia de un partido regenerador y liberal, llegando a tejer un juego de pactos tan oscuro y burdo como alejado de los postulados iniciales de su formación. Tras las últimas elecciones, C`s se ha rendido completamente al mercadeo de sillones con tal de ir de la mano en todo del Partido Popular.

10) Esa enemistad irreconciliable de Sánchez y Rivera obliga a aquel a valorar otras alianzas con quienes C`s venía a tratar de frenar. La oportunidad de reducir la influencia de los partidos nacionalistas, tan insolidarios ellos, en la política nacional, se está dejando pasar, como a punto estuvo de suceder en el Ayto. de Barcelona si no media la loable decisión del exprimer ministro francés. Los españoles que no vivimos en Galicia, Cataluña o el País Vasco deberíamos dar a este C`s las gracias por permitir que la política nacional siga condicionada por los pactos con los partidos que desde luego no buscan el bien común. Es completamente mentira que Pedro Sánchez no desee entenderse con los naranjas, pero no le queda otra más que tratar de llegar a acuerdos con otras formaciones para ser investido porque de los contrario nos encaminamos a una repetición electoral. ¿Eso es lo que quiere C`s? ¿No trató de hacerlo a la inversa en 2016 para que una abstención de aquel PSOE turbulento permitiera investir a Mariano Rajoy ante la amenaza en el horizonte de otro domingo electoral?

Asi pues..., ¿qué más nos queda por ver con respecto a C`s? Intuyo que multiplicarse por cero, diluirse en el PP o la diáspora irremediable de sus dirigentes díscolos -que los hay, lo vamos comprobando-  ante la ceguera de la dupla Rivera-Arrimadas. Viene el recuerdo de aquel CDS que fundó Adolfo Suárez con las cenizas de la UCD o el de aquel partido personalista creado por Rosa Díez (UPyD) en una posición de socialismo moderado. Albert Rivera es ese Ciudadano X, esa incógnita que puede condicionar la estabilidad de los próximos años de gobierno a todos los niveles. Pero se siente más cómodo en la confrontación, repitiendo el mismo discurso altisonante o declinando reunirse con el presidente del Gobierno en funciones. Ya hasta ha perdido la capacidad de diálogo, como VOX, con quien por mucho que lo niegue ha de comer en la misma mesa. Visto lo visto parece que el multipartidismo no va a llegar a los postres.


miércoles, 1 de mayo de 2019

Compás de espera


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Las elecciones del domingo (tranquilos, que en nada aquí tenemos una segunda vuelta...🙈) aclararon bastante el incierto panorama ideológico y político de nuestro país. España ha votado moderación y ese, como primer punto, es un gran y feliz detalle. 

Dentro de la fragmentación que se preveía, es justo reconocer que el Partido Socialista ha conseguido un resultado encomiable, mérito de un Pedro Sánchez que ha compuesto, entre el juego cruzado de ruido y furia, el discurso menos iracundo y catastrofista de todos los candidatos. Pedro Sánchez tenía grandes hectáreas para agigantar la hegemonía que le otorgaban las encuestas. Ha logrado apropiarse de varias parcelas en perjucio de su flanco izquierdo, Podemos (lo de Unidas lo obvio por exceso de postureo), ha conseguido movilizar al abstencionismo y también ha echado el anzuelo a los desencantados con la deriva personalista y desaforada de Ciudadanos, gente moderada y progresista que en el pasado podía votar al PSOE antes de la crisis que negó Zapatero.

Así pues, el tablero político español queda de la manera que sigue: una izquierda aglutinada en torno a Pablo Iglesias e Irene Montero (matrimonio a lo Perón), bastante venida a menos, por cierto; un PSOE fortalecido que ha sabido acaparar voto propio pero también ajeno gracias a su mayor sentido de Estado y su discurso apaciguador; un Ciudadanos que consigue un buen resultado (sin sobrepasar al PP ni lograr largar a Sánchez de la Moncloa, desde luego), pero derechizado con respecto a las últimas elecciones generales; y un PP de Casado herido de muerte y arrastrado por el discurso totalitario de VOX, que emerge sin la fuerza que casi todos los medios anunciaban. Pero VOX está ahí y ahora con altavoz y voto en nuestro Parlamento. Les toca trabajar, a ver qué hacen...

En los dos debates electorales pudimos comprobar que lamentablemente hacer oposición es hacer el juego sucio al Gobierno, que la lucha por los votos entre los dos principales partidos de la derecha era titánica, que Pablo Iglesias triunfó travestido de una aleación de cura obrero y padre de la Constitución y que Pedro Sánchez no estaba dispuesto a bajar al barro pese al sonrojante bazar que se había instalado en el atril de Albert Rivera.

Bueno, ahora viene lo importante. ¿Ahora qué? Me temo que nada... al menos en un tiempo, hasta que pasen las elecciones de finales de mayo. Desde luego que a Pedro "el bello", como acaban de llamarle en algún periódico extranjero de manera un tanto chocante (y no sé si jocosa), no le interesa moverse de la baldosa donde se haya ni le conviene modificar el discurso. Solo al PP parece interesarle verdaderamente que las cosas cambien. Mucho se juega Casado ante  la presión de VOX y Ciudadanos, que le han comido la tostada que hasta hace más bien poco saboreaba tranquilamente desde la terraza de Génova 13.

Es muy probable que, sintiéndose fortalecidos, a los socialistas les interese gobernar en minoría con necesarios apoyos puntuales. Su alianza con el partido morado y un numeroso abanico de pequeños partidos más en el fondo puede ser un tanto imaginaria. Lo más plausible sería una alianza con Ciudadanos que les daría la mayoría absoluta. Pero no es el PSOE (pese a los gritos de repulsa de su exaltada feligresía) quien ha puesto un cordón sanitario a un acercamiento entre los dos partidos que debieran haber luchado por el hasta ayer mismo olvidado centro ideológico. Lo ha hecho Rivera y su muy discutida mimetización con el Partido Popular más radical en años.

En este sentido, el viraje de Ciudadanos hacia los postulados propios del PP, arrastrado este a su vez por la irrupción de VOX, ha dejado en el olvido a aquel partido regenerador que era propenso a llegar a pactos "a izquierda y derecha" con un discurso transversal, capaz en definitiva de alcanzar acuerdos para la estabilidad de los diversos gobiernos. Un partido liberal y de progreso en el que mucha gente confió visto el panorama tan desolador de nuestra clase política. No queda nada de aquello ante el personalismo de Rivera y Arrimadas, el discurso inamovible (y monotemático) del problema catalán, su ofrecimiento al PP a cambio de nada, su imposibilidad para distanciarse de inmediato de VOX, la falta de credibilidad entre lo que anuncia y luego hace, su olvido de los asuntos del día a día (no todo es la unidad nacional) y, por último, su oportunismo ante lo que van reflejando las encuestas. Si Ciudadanos conservara una pizca de sentido de Estado y no se creyera tanto que es el primer partido de la oposición (sus acusaciones a Sánchez de traidor no se sostienen) lograría algo que siempre sale de boca de sus dirigentes: que los nacionalistas no condicionasen la política española por una vez en Democracia. Si Sánchez y Rivera suman, ¿qué mas motivos tiene Albert para no pactar con Pedro? Este nuevo Ciudadanos vive muy cómodo en el discurso maximalista y en la confrontacíón, pensando que eso le va a generar votos con facilidad; el interés de la nación... es otra historia. Ya se lo decía el propio presidente en funciones la semana pasada: Rivera, ¡qué desilusión! Suscribo.