viernes, 17 de agosto de 2018

Croacia: la tierra y el Adriático

La "caída del muro", la desmembración de la URSS, la guerra de Bosnia... Son hitos de nuestros años de crecimiento, de nuestra juventud. Acontecimientos que pudimos ver en imágenes, no con la calidad visual que tenemos ahora, desde luego, pero sí como hechos tan definitorios que han servido para entender la Europa que ahora contemplamos.

Tales acontecimientos, que no tienen más de treinta años, han quedado muy lejanos. Como lejanos nos parecían países como Yugoslavia, la Unión Soviética o la R.D.A., siempre al otro lado del Telón de Acero, como mirándolos por encima del hombro gracias a un sistema político y social que les diferenciaba como europeos de tercera. Por suerte, y para bien o para mal, hoy en día es posible la circulación de personas entre los distintos territorios, matices aparte claro está. Uno puedo un día despertarse en Sarajevo y acostarse después de un día agotador y tras contemplar su magnífica estampa de edificios dorados por el sol de la tarde en la espectacular Praga. O hacer lo  mismo en Timisoara y en Madrid. ¡Ay, si es que no hay nada como viajar! Pasear, descubrir, la historia, la cultura... Mejor no sigo.

Vista del golfo de Kvarner con alguna de sus islas desde el P.N. Risnjak
Mi última aventura me ha llevado a una de esas naciones "de moda": Croacia. País pequeño pero con esa conjunción irresistible de paisaje, bosques, costa y ciudad. Si las piedras hablaran Croacia sería un loro parlanchín. Romanos, eslavos, otomanos, italianos, austriacos... Está claro de que Croacia se ha configurado a base de oleadas de invasiones, de ahí su riqueza cultural y patrimonial aunque afortunadamente para ellos, y desde inicios de los noventa, ahora pueden pavonearse de llevar las riendas de su propio destino.

El caso es que el país con la bandera del mantel a cuadros es de todo menos feo. Desconozco las regiones del interior, así como su capital, Zagreb. Pero de la cordillera de los Alpes Dináricos hacia la costa es un país francamente bonito. Para mí ha sido lo esperado. No me esperaba más, pero tampoco me esperaba menos. Sabía a lo que iba y eso me permitió disfrutarlo en todo su sentido.


Lo que más llama la atención de Croacia es lo mediterréneo que se ve y se huele. No faltan los pinares, las higueras, los frutales, las vides o los olivos. Tampoco faltan sus numerosas horas de sol y el calor, pegajoso debido al efecto del influjo de la mar. Su costa recortada por cientos de islas e islotes y flanqueada por la silueta de la cordillera de los Alpes Dináricos le dan una cierta imagen de edén, casi virginal. ¿El Mediterráneo tal como era? Puede ser, aunque Croacia ya ha sido devorada por el turismo y todo lo bueno y lo malo que ello conlleva. Y decía que llama la atención porque frente a esa imagen está la de los croatas, muchos de ellos rubios y de piel pálida que en nada son la imagen que uno espera para un terreno de tales características, el de un país del sur de Europa. No quiero decir que todos los croatas sean rubios, desde luego, pero hay algo en ellos que hace decirme "esta gente parece venir de otro lugar". ¡Claro... son eslavos!

No es sencillo quedarse con una única imagen de un país tan interesante. Pequeño, pero interesante... Si no caben más de 4 millones y poco se debe a que no se han puesto a talar árboles. Los espectaculares lagos de Plitvice, en el interior, son Patrimonio Mundial de la UNESCO y tienen una fama muy bien ganada. La pena es que están masificados los senderos que los recorren. Pero la conjunción de cascadas, agua de color turquesa y la frondosidad de sus bosques les hacen ser parada obligatoria en cualquier viaje a Croacia que se precie.

Y qué decir de Split, la capital de la costera región de Dalmacia. Una ciudad portuaria, histórica, aunque puede ser que algo venida a menos tras la caída del Comunismo. Aquí no hay dudas, descubrir Split es lo mismo que decir Palacio de Diocleciano. La estrechez de sus calles y la antigüedad de sus piedras te trasladan a la vieja Roma, ahora bien, a la Roma ya en decadencia que está a punto de ser presa de los bárbaros (aquí, los eslavos). Imagino que la vieja Spalato está orgullosa de su antiguo esplendor como centro importante del Imperio, aunque a decir verdad y para colmo de males me fue imposible comprobarlo. Otra vez será.

La bella Dubrovnik
Costa al norte y costa al sur la mente te retrotrae al esplendor veneciano. Pueblos que en su día fueron escala en el comercio generado desde Venecia a lo largo de todo el Adrático. Esbeltos campanarios de piedra y pequeñas playas, de cantos en su mayoría, para disfrutar de las cristalinas aguas y de una vegetación y un clima espectaculares. Y así, hasta llegar a Dubrovnik, rival en su día de aquella Venecia que aquí lo acaparaba todo. La ciudad parece algo escondida según te acercas, pero ya allí te ofrece el mejor casco histórico de toda Croacia. La ciudad vieja está rodeada de casi 2 kms. de muralla desde la que se divisa el Adriático en toda su dimensión. Una ciudad abierta al turismo, algo cara para ser exactos, pero con un patrimonio civil y religioso de primer orden. Aún  son visibles en ella las consecuencias de aquella guerra contra Serbia y Montenegro que dejó a la "perla del Adriático" sumida en la tristeza y la devastación. Pero Dubrovnik, como Croacia, ha sabido recuperarse y sacar la cabeza hasta ser considerada un destino de primerísimo orden.

Hacer parada de solo un día en la isla de Hvar (tan cara como intensamente bonita) te sabrá a poco. Y de allí rumbo al norte de nuevo para aproximarnos al golfo de Kvarner, o de Rijeka. Por aquí la influencia italiana ha sido más reciente, así como la austriaca o centroeuropea. La ciudad-balneario de Opatija trae reminiscencias de aquellos años en que esta zona era parte del Imperio de los Habsburgo, salida al mar de Austria-Hungría. Antes, eso sí, de que terminaran los vals con disimulado estrépito y la Gran Guerra pusiera la zona y al mismo imperio patas arriba. Nunca más regresó ese esplendor, aunque sus ciudadanos lo intentan con jornadas estivales de recreación histórica.

Resumiendo. Croacia, país moderno y joven (piedras aparte) es complicado que te defraude, inimaginable diría yo. Puedes pedir más a los croatas en su esfuerzo por dar un servicio turístico de calidad. También puedes pedir mejores hoteles, desde luego; hay muchas cosas que aún deben mejorar, de hecho. Pero no puedo concebir que a nadie pueda dejarle indiferente. Así que ya sabéis, daos un capricho, ahorrad un poquito porque no demasiado lejos se encuentra un país de aguas limpias, turquesas, bosques milenarios y pueblos/ciudades con encanto que os está aguardando. ¡No olvidéis vuestra cámara y a disfrutar!


Split observada desde el Adriático