lunes, 15 de abril de 2013

Tardes de gloria y transistor

Hace poco tuve la ocasión de leer en la prensa que un exjugador de fútbol, un tal Crescencio Cuéllar, trataba de vender la camiseta con la que metió el gol del primer ascenso del Mérida a Primera allá por 1995.  Trataba con esto de paliar su desagradable situación económica al encontrarse en bancarrota.
...Y aquí acaba una anécdota que tiene un principio.

Año 1994. Aranda de Duero. Se cierran las puertas del verano y atrás quedan los ecos del Mundial de EE.UU.  que ganó Brasil. Para ser sincero, me interesaba bastante poco aquello del fútbol, tanto verlo como jugarlo (no se me daba bien), pero la gente con la que iba sí era futbolera y también echábamos emocionantes partidas al futbolín en bares que los domingos ponían el Plus.

Es verdad que yo era una pizca -pero sólo una pizca- merengón y como a falta de Real Burgos buenas son tortas surgió así como de la nada un cierto aprecio a determinados clubes modestos y muy especialmente a uno de la Segunda División: el C.P. Mérida.

De la simpatía inicial partió la afición y, aunque no se me había perdido nada ni nadie a orillas del Guadiana, todos los domingos estaba expectante por oír sus resultados en los programas deportivos de la radio (todos sabemos que aquello de la tv a la carta vino después, eran otros tiempos). El caso es que igual fui talismán, creo humildemente que sí (risas), pero el conjunto blanquinegro cogió el impulso de un cohete y, tras proclamarse "campeón de invierno", una segunda vuelta espectacular le dió el campeonato, obteniendo por lo tanto un ascenso histórico en el campo de Ipurúa de Eibar (0-1, gol del susodicho Cuéllar). Era el 27 de Mayo de 1995 y tres jornadas antes de acabar la competición Extremadura ya podía presumir de tener representación en la máxima categoría.

Bajo la paciente batuta de Sergio Kresic el Mérida fue un equipo defensivamente impecable (sólo encajó 19 goles en toda la temporada) y además contaba con dos estiletes ofensivos muy notables: Juanma Prieto (luego del Celta y máximo goleador en la hª del club romano) y el paraguayo Miguel Ángel Benítez (cedido por le Atlético de los Gil en el mercado invernal). Acabé superenganchado a aquel humilde equipo de sobrio juego y rapidez en ataque, lo hice propio y al llegar el verano envié una animosa carta de felicitación al club por el ascenso, de la cual obtuve su correspondiente respuesta, por supuesto. Y como buen aficionado pecholata no veía con muy buenos ojos que al año siguiente el C.F. Extremadura de la vecina Almendralejo siguiera los pasos de mi equipo (por aquello de subir a Primera División).

Hasta aquel entonces el Mérida era un equipo con raíces y estructura de Segunda, donde competía desde la 91/92. En esa primera temporada su juego vistoso y ofensivo fue la impronta que trataba de sellar el mítico Juanito en su primera experiencia en un banquillo. Pero su fallecimiento en un accidente de coche dejó huérfano al equipo emeritense, que aún así acabó haciendo una muy buena temporada.  Las dos siguientes  dejaron al club pronto sin aspiraciones, siempre en tierra de nadie, pero la temporada 94/95 sirvió para destapar el tarro de las esencias extremeñas.



Todo estaba listo para el debut histórico en la máxima categoría. Se remodeló completamente el estadio (el Estadio Romano), se hicieron muchos fichajes -tanto de trayectoria contrastada como jóvenes promesas- pero tras un sorprendente comienzo con empate en el Camp Nou incluído los blanquinegros  se vieron obligados a luchar por no descender en aquella novedosa Liga de 22. La fortuna no acompañó, seguro, como en aquel partido en casa ante el líder Atlco. de Madrid, cuando un gol de Kiko cercenó los méritos de al menos haber puntuado ante el eficaz equipo rojiblanco que sufrió durante todo el partido. El fichaje más carismático de ese año fue Manolo, que había sido pichichi en la Liga 91/92 precisamente con el equipo de Gil, pero el jugador extremeño más destacado de la última década tuvo una grave lesión que le impidió iniciar la temporada y le acabaría jubilando del mundo del fútbol. También recuerdo como dolorosa la celebración del gol del ya españolista Miguel Ángel Benitez, que no se cortó un pelo ante la afición que lo había idolatrado en aquel Mérida-Español que acabó con victoria catalana. La estrella del año del ascenso se había convertido en incómodo visitante para la afición pecholata.

De esta manera el Mérida acabó por acompañar al Salamanca a Segunda División. Tocaba planificar el retorno. Pese al gran arranque, una pequeña pájara conllevó la destitución de Kresic mediada la temporada, pero el equipo -dirigido ahora por D'Alessandro- se recompuso y se alzó de nuevo con el título de campeón de Segunda División. Se abrían otra vez las puertas de la Liga de las Estrellas y para ello se confeccionó una plantilla experta (Biagini, el Mono Navarro Montoya, Sabas, Radchenko, Leo Franco, Pablo Alfaro...); pero varios fichajes no funcionaron y el equipo acabó otra vez descendiendo de categoría por sólo un punto de diferencia. Otra oportunidad perdida, ¿sería la última?


La 98/99 no fue buena. Un mal arranque y un anodino final nunca dejaron vislumbrar las luces de la Primera División. Fue otra decepción. La temporada siguiente fue claramente de menos a más y de la mano de Juan Señor un final de liga arrollador permitió al equipo llegar al final con una mínima posibilidad de ascenso. Además, una vibrante eliminatoria de cuartos en la Copa ante el Real Madrid, al que tuvo contra las cuerdas, acabaría por quedar en el recuerdo de los aficionados como el último gran episodio de un club que el año pasado hubiera celebrado su centenario.

Porque todo quedaría en eso, en el recuerdo. En agosto del año 2000 se confirmaron los malos augurios. Las deudas acumuladas y los denuncias por impago a los jugadores conllevaron la decisión administrativa de liquidación del club. Igual se había vivido durante años por encima de las posibilidades reales, pero fue doloroso comprobarlo sólo dos años después de haber saboreado las mieles de Primera. ¿De qué sirvió fabricar  sueños para después recoger frustraciones?

Su equipo filial cogió el relevo del conjunto blanquinegro, pero el nuevo Mérida U.D. ha tenido un auténtico carrusel de problemas económicos (tanto en Tercera como en Segunda B) y compite en la Tercera extremeña sabedor de que al finalizar esta campaña se disolverá por mandato judicial al no poder hacer frente a las deudas contraídas estos últimos años.

Igual en la vieja Emérita Augusta puedan aún hoy oírse los ecos de aquellas tardes que hicieron historia en los 90, y de verdad que tengo ganas de comprobarlo; sin duda sirve de buena excusa para acercarse a una Extremadura que añora los viejos laureles de la gloria futbolística. Así que por mi parte, MUCHAS GRACIAS por hacer vibrar a aquel chaval de instituto y por hacerme sentir partícipe de un éxito que fue efímero pero que espero no tarde mucho en volver a repetirse sin los mismos errores.

Ha pasado mucho tiempo de todo aquello pero tengo el firme convencimiento de que hoy ya no disfruto tanto del fútbol como lo hacía antes, me da muchas veces igual uno que otro, apenas me identifico con ningún equipo y con ninguna afición. Puede ser que en el infortunio un club también se haga grande aunque siempre sea doloroso pensarlo y Mérida en ello ciertamente se ha llevado su parte. Ahora bien, ¿quien dijo aquello de que todos teníamos que ser del Barça o del Madrid? Yo desde luego no.