domingo, 29 de noviembre de 2015

Tambores de guerra


Ni de Francia, ni de Mali, ni de Túnez (cuando yo iba a EGB se llamaba Tunicia)... Con la bandera de ninguno de estos países teñí la foto de mi perfil de Facebook estos últimos días. No hizo falta, porque creo que todos en nuestro sano juicio nos escandalizamos ante la ola de salvajismo terrorista que nos acecha de manera global.

El terrorismo internacional es la mayor amenaza con la que ha hecho acto de presencia este nuevo milenio. Desde los atentados de Nueva York en 2001, pasando por el de los trenes de Madrid en 2004 o Londres al año siguiente, hasta desembocar por supuesto en París este mes de noviembre. Sé que no son los únicos y sí los más mediáticos, sobretodo porque nos pillan más cerca, pero convendría no olvidar que hay muchos países en otras latitudes del globo que conviven en su día a día con este nuevo mal, carcomiendo su cultura y su constreñido régimen de libertades desde hace ya muchos años. 

Algo hemos hecho mal los países desarrollados para que la mayoría de las naciones de Oriente Medio y del norte-centro de África se hayan convertido en terrenos irrespirables. Los sonrojantes motivos no justifican de ninguna manera la masacre de París, pero deben hacernos reflexionar por qué hemos llegado a este punto de amenaza a nuestras instituciones y a nuestras libertades. Tenemos que pensar qué intereses económicos han podido alimentar desde hace tiempo este tipo de embriones de fanatismo debido al empobrecimiento y el abandono de muchas naciones como moneda de cambio a intereses que son del todo partidistas y lucrativos. 

Miedo, terror, pánico social. Son solo algunos de las diversos sentimientos con los que estos días deben convivir los parisinos o los ciudadanos de Bruselas y sus turistas. Todos sabemos que no es justo, pero si hay algo que ha ido inflándose poco a poco ha acabado por explotar en nuestras propias manos y en nuestra propia casa. Me gustaría saber qué lleva a un inmigrante de origen musulmán de segunda o tercera generación a radicalizarse y viajar a Siria o Iraq, a abrazar postulados totalitaristas y a ser capaz de poner punto final a su vida a través de un chaleco-bomba, sesgando de manera cruel la vida de muchísima población inocente. ¿Tan poco vale la vida para esta gente? ¿Tan abandonada por su sociedad puede sentirse una persona para dejarlo todo por una mentira que no le va a llevar al Paraíso? Todo esto de lo que hablo me dirige al sistema educativo, que igual no ha sido lo suficiente atento e integrador como para poder evitar situaciones que se repiten a día de hoy por casi toda Europa. Y, siendo justos, no me queda otra que pensar que este ambiente de paranoia con el que empezamos a convivir en Europa es lo que esta gente joven, intolerante e irracional está buscando a través de su mal llamada Guerra Santa. Quieren que estemos desesperados.

Y ahora, ¿qué solución cabe? ¿Hay que bombardear el Estado Islámico? Desde luego que las posibles medidas de intervención militar deberían ir acompañadas de otra serie de medidas que no podemos dejar en el tintero de ninguna de las maneras, toda vez que es imposible el diálogo con facciones tan diversas y escurridizas que no se atienen a ningún tipo de ley ni razón. La labor de los sociólogos, psicólogos y educadores, como decía, debe ser importante desde este momento en el Viejo Continente. Pero, ¿y la función que desempeñan  internet y las redes sociales? El mundo virtual de la red de redes no puede ser un ámbito opaco donde los grupúsculos mafiosos o ultrarreligiosos campen a sus anchas captando de manera sencilla a jóvenes desorientados en cualquier lugar del mundo. Si hay que poner coto se tendrá que hacer y creo que hasta ahora se ha mirado hacia otro lado. Por no hablar tampoco de su sistema de financiación y sus recursos petrolíferos, pues el Estado Islámico es capaz según parece de vender sus golosos recursos a aquellas naciones que considera enemigas. Entonces, ¿qué es lo que hemos estado haciendo mal?

Ignoro qué es lo idóneo en este momento. La nueva tecnología militar puede conllevar intervenciones militares de manera controlada. Pero la colaboración internacional se puede hacer desde muchos ámbitos configurando un amplio abanico de medidas. Debe ir parejo a lo que estoy contando: una reflexión sobre los errores que se han cometido hasta el día de hoy  y un compromiso firme y decidido de la coalición internacional con todos sus ciudadanos y con la erradicación de todo fanatismo de origen laico o religioso venga de donde venga.

No es momento de buscar culpables ahora sino de actuar y reflexionar a la vez. Cada día de titubeo es un día perdido. Pero de ninguna de las maneras podemos pensar que hay que "cerrar el grifo" a la inmigración y menos aún a la que procede de los países en guerra (los refugiados). Europa debe actuar unida ante una amenaza global que acecha sobre su ideario de democracia y libertad, sin segundas intenciones que valgan, con una sola voz. Y esa decisión es el único antídoto ante una amenaza que nos afecta a todos, seamos franceses, belgas, británicos o españoles. 

Y, por cierto, un pequeño apunte. Aún debemos aprender bastante los españoles de una sociedad como la francesa. Se me antoja bastante poco probable que el ejemplo de unidad e identidad que los franceses están demostrando al mundo se hubiera dado de la misma manera a este lado de los Pirineos en una situación similar. Quien quiera pensar, que piense. Yo ahí lo dejo.

domingo, 9 de agosto de 2015

Gracias por la música

















Viena, viernes 4 de octubre de 2013. La elegantísima capital centroeuropea luce sus mejores galas para rendir homenaje a una de las leyendas vivientes del mundanal Hollywood. No, no es un actor, tampoco es un director de prestigio; es simple y llanamente, pero con todos los honores y merecimientos, el compositor James Horner. Puede que a mucha gente su nombre no le suene de nada, pero a mí y a unos cuantos más vaya si nos suena, ¡¡¡y mucho!!!

Aquel concierto de Viena, en el marco incomparable de la centenaria Konzerthaus, puso en pié y en unánime aplauso a todo su repleto auditorio tras disfrutar de una gran velada de buena música en directo. Probablemente James Horner nunca hubiera llegado a saber sin aquel concierto-homenaje (el único concierto que efectuó en Europa) que su música había tocado tantos corazones. Pero pudo comprobarlo en primera persona y él no pudo reprimir las lágrimas.


Aquella fría noche de otoño fue casi el colofón a mi relación personal con James Horner, aunque después vinieron experiencias tan gratas como su extraordinaria banda sonora para "El último lobo" (2015), la última película con música suya estrenada en nuestro país. Antes, hubo muchos momentos de disfrute gracias a sus partituras sinfónicas y temáticas. Sin duda ninguna desde los años 80 James Horner ha demostrado ser un grande en su gremio, un profesional muy admirado, reconocido y reconocible, pero también algo denostado por determinados sectores de los aficionados a la música de cine. No es mi caso, a mí unas veces más otras veces menos la música de James Horner siempre me ha gustado y ha estado ahí para ambientar mi devenir vital desde aquel ya lejano 1998.


Fue él el responsable de que me aficionara un poquillo a este tipo de arte y que me fijara en la música cada vez que veía una película. Otros inmediatamente después también me influyeron (John Barry, Hans Zimmer, Basil Poledouris,...), pero Horner siempre estuvo ahí y si no ya estaba mi amigo Braulio para recordármelo cada semana y a la menor oportunidad. Recuerdo muy bien aquella primera audición en junio de 1998 en la habitación de su casa donde tras haber visto "Titanic" meses atrás sus melodías me parecían mágicas y maravillosas. Si me había gustado tanto la película buena parte de "culpa" la había tenido la imaginación desbordante de Horner para dar empaque a una historia que ha pasado a los anales del cine.

Tras el boom de "Titanic" llegaron muchas más a mis oídos: Cocoon, Braveheart, la colosal (aunque cualquier calificativo se queda corto) Leyendas de pasión, Willow, Enemigo a las puertas y un largo etcétera suministradas por mi amigo, un aficionado incondicional a su música desde que era un crío. Eso de haber puesto la voz y el corazón a personajes de la gran pantalla como William Wallace (Mel Gibson), John F. Nash (Russell Crowe), la teniente Ripley (Sigourney Weaver),  Rose Dawson (Kate Winslet) o Tristan Ludlow (Brad Pitt) muchos no pueden decirlo, pero es por ello que al común de los mortales la música de James Horner nos es tan familiar.


No voy a hacer un análisis de su música porque no es ahora mi propósito ni tampoco domino la terminología; tampoco pretendo hacer una síntesis al detalle de su carrera, no. Lo que sí queda claro es que tras sus dos proyectos póstumos ya no va a haber más música de James Horner. Justo cuando estaba en un momento bastante dinámico y creativo de su carrera, apartado casi completamente de los grandes estudios y haciendo lo que en verdad le apetecía, un desafortunado accidente de avioneta acababa con su vida en un paraje de su California natal. Su fallecimiento nos ha sorprendido a todos los que le hemos seguido todos estos años. Murió practicando uno de sus mayores placeres, volar, y la noticia corrió como la pólvora por las redes sociales y después por los medios de comunicación generalistas, que tan poco precisos son cuando hablan de la música de cine.


Quedarnos sólo con sus parabarás es una ofensa y no le hace justicia al ganador de 2 oscars, uno de los compositores más influyentes y reconocidos de los últimos treinta años. Porque la música de James Horner no sólo ha sido eso, música, sino verdadero amor por un oficio y una forma de sentir el séptimo arte. Uno de los últimos artesanos de esa disciplina ha dejado huérfanos a muchos aficionados que sentían sus melodías como algo propio porque muchos han crecido con el cine al que él supo poner música. Y en mi caso, y por la importancia que ha tenido en mi gustos cinematográficos desde aquel ya lejano 1998, no puedo más que lamentarlo. Un final injusto y sorprendente para una carrera que aún podía dar mucho de sí, pero afortunadamente quedarán para siempre los sentimientos que desprende su música cada vez que la oigamos estemos delante del ordenador o viendo una de sus películas en la televisión. Los sentimientos que desprende su música son  indelebles al paso del tiempo.


Muchas veces recuerdo la historia que relata Tierras de penumbra. Su preciosa banda sonora no es de Horner, sino del británico George Fenton, pero al caso nos da lo mismo porque no pretendo referirme a ella. Tenía mucha razón el personaje que interpreta Anthony Hopkins, aquel catedrático de universidad rígido y solitario,  al afirmar en ese último plano y en voz en off: "El dolor de ahora es parte de la felicidad de entonces. Ese es el trato". Así que gracias James por haber hecho a tantísima gente inmensamente feliz. Mereció la pena conocerte. ¡Buen viaje!


sábado, 11 de julio de 2015

Pitos y banderas

Problemático, muy convulso y caldeado se encuentra el escenario político. Recién salidos de unas elecciones locales y autonómicas que han dado un vuelco considerable al panorama político de la piel de toro y con la efeméride que supone el primer aniversario de la proclamación de Felipe VI como jefe del Estado, en las últimas semanas ha vuelto el rifirrafe a costa de la superbandera que adornaba la espalda de Pedro Sánchez en la presentación de su candidatura a los próximos comicios nacionales por el Partido Socialista. Dichosa bandera...

En otro orden de cosas, suele pasar. Cada vez que juega la final de Copa del Rey el F.C. Barcelona, o el Athletic de Bilbao, o ambos como en esta edición, vuelve la polémica. Durante días se habla de organizar una gran pitada en contra del himno español, y todo ello viene acompañado de las declaraciones de políticos del más amplio arco parlamentario. Los unos, justificando todo en aras de la libertad de expresión. Los otros, hablando de acto irresponsable y vergonzoso. Y lo que debería ser sólo UN PARTIDO DE FÚTBOL se convierte en un espectáculo que logra trascender a los medios de comunicación nacionales.

De acuerdo que el himno de nuestro país lo que se dice bonito no es (o no me lo parece, que para todo hay gustos), pero se trata sobre todo, y nos guste o no, de un emblema. Representa no a un gobierno ni a un determinado partido político, ni siquiera por supuesto a una corriente ideológica, sino que representa, o al menos así lo entiendo yo, a una nación y a toda una sociedad. Lo mismo que la figura del rey, que más allá de sus discrepancias tiene un gran valor simbólico. Por eso, la risilla picarona de Artur Mas es cuanto menos deleznable porque más allá de pertenecer a un partido político y ser el presidente de Cataluña es, y así lo dice la Constitución, representante del Estado (el español) en su comunidad autónoma. Todo, sí, muy contradictorio, como se ve.

El himno español no es una creación de Franco. Y la bandera tampoco lo es. Son símbolos que se remontan a siglos atrás en el tiempo y de los cuales no se ha hecho siempre un buen uso. Y no trato de rebatir ningún sentimiento a los pacíficos y no tan pacíficos asistentes a esa final que silbato en boca dedicaron una estruendosa pitada a Felipe VI y al himno, sino que el mayor reproche habría que centrarlo en la RFEF -organizadora del acto y que, pese a todo lo que se sabía ya, no hizo nada porque primara la tolerancia y el "juego limpio"- y en los diversos politicuchos que días antes trataron de justificar lo que iba a pasar en pos de la muy manida "libertad de expresión", auténtico totem que parece justificar cualquier cosa. Lo malo es que a veces esos mismos que portan con sumo entusiasmo esa misma bandera no son capaces de denunciar lo que sucede en determinados países y regiones donde eso mismo -la libertad en el más extenso sentido del término- es aún una quimera.

Los españoles nos queremos demasiado poco y, por supuesto, no nos respetamos. España es un país plural, variopinto, y si en la propia convivencia falta el respeto y la educación somos un país de mierda. Y se demostró aquel sábado con esa final. Porque fue sobre todo un gran problema de educación. Muchos no nos mostraríamos así ante la senyera o la ikurriña, ni tampoco ante los diversos himnos que sirven para representar a los distintos pueblos que configuran el país/el mundo. Y no estoy diciendo que hubiera que haber suspendido el partido (no me convence esta opción del todo), sino que fue un muy grave problema de educación, reitero. Porque si la libertad es una carta blanca entonces no hay leyes ni normas que valgan para gobernarnos. Confundir la libertad con el libertinaje es peligroso y en ocasiones tendemos a no diferenciar los dos términos, sobretodo en los tiempos que corren donde continuamente estamos cuestionando a quienes nos representan en las instituciones e incluso nuestra propia identidad como nación sin tratar de dar verdaderas soluciones meditadas al respecto.

Aquellos días se dijo que la gran pitada era una manifestación por la disconformidad del pueblo catalán ante un Estado que le vilipendia y no le escucha. Puede que en parte así sea, o puedo que no, pero oyendo estos argumentos me viene a la cabeza todas aquellas pequeñas localidades, comarcas o incluso provincias enteras que han visto con el paso del tiempo cómo la industria y los servicios pasaban de largo, dejando marchar a su gente en busca de un futuro mejor precisamente en aquellas regiones que aquel sábado trataron de mostrar de manera airada su ira ante una bandera y un jefe del Estado. ¿Acaso esos pueblos, comarcas y regiones tan abandonados tradicionalmente nunca han tenido razones para quejarse de la falta de sensibilidad de los diversos gobiernos?

Vivimos en un país cada vez más desequilibrado e injusto donde todo se debería poder hablar, pero con respeto por supuesto. Por eso este tipo de actos hablan muy mal de España como país al resto del mundo. No se da buena imagen, reconozcámoslo. Seguimos siendo un país muy peculiar con sus filias y sus fobias, pero mal haríamos si alimentamos la confrontación y la idea de las dos Españas, avivando rencores e intereses, siendo insolidarios. Y por eso sucesos como el de aquel día en Barcelona y otros muchos que con frecuencia son objeto de controversia en los medios de comunicación no hacen más que avisarnos de que hay cosas en nuestra sociedad que no funcionan. Porque en el fondo los políticos, la política en definitiva, son un decepcionante reflejo de nuestra realidad social como nación.




miércoles, 3 de junio de 2015

La letra editorial

"Cada uno cuenta la fiesta como le interesa", y esto no es una verdad a medias, es una verdad completa. Vivimos en un país (el resto del mundo no está libre del mismo mal) donde cada vez todo está más politizado y donde da la sensación de que la razón de uno es la razón única e indiscutible. Por eso toda la atmósfera política y social está enormemente viciada. Se está perdiendo altura de miras y coherencia en el discurso. Las cosas a veces no son blancas o negras y está claro que el cuarto poder, a parte de informar, está contribuyendo de manera constatable a generar corrientes ideológicas en quienes consumen ese tipo de información.

No quisiera centrarme en el caso de la televisión, que probablemente sea el más paradigmático, pero para un servidor encender la tele y ver un informativo o las ahora muy recurrentes "tertulias" políticas es acabar con la cabeza como un bombo. ¿A quien creemos? ¿Quienes nos están diciendo la verdad?

Resulta harto complicado hallar un medio de comunicación lo suficientemente independiente para hacer enteramente creíble lo que te cuenta. Estamos en la época de los grandes titulares y las cortinillas estridentes para dar bombo y platillo a lo que nos van a contar. ¿Y realmente eso es periodismo?

Antes de que nadie me ponga la etiqueta de empatizar con uno u otro partido que sepa que soy del que sea honesto, servicial al ciudadano y no aproveche las flaquezas ajenas para ganar réditos electorales. O sea, de ninguno que yo sepa. Pero el juego de medios de comunicación cansa por la parcialidad de los que lo integran, o al menos esa sensación tengo con excesiva frecuencia. Porque son medios pertenecientes a grupos editoriales afines a unas determinadas siglas políticas.

Escuchar cadenas como la COPE, la SER o canales de televisión como Intereconomía o LaSexta, por poner algunos ejemplos, es saber de antemano lo que te van a contar. Ellos saben lo que pide su audiencia y de ninguna de las maneras van a traicionar a su oyente/televidente. Otra cosa es que el propio consumidor de información haga el suficiente juicio de valor para discernir realidad de ficción, o más propiamente separar la verdad de la mentira. Aquí no hay verdades absolutas, hay verdades con mentiras o medias verdades pero si lo que te están "vendiendo" te lo crees a pies juntillas porque lo dice "tal periodista" o "tal tertuliano" eso juega a su favor y estos medios de comunicación cuentan con esa importante baza. La autocrítica y el procesamiento de la información son fundamentales para generar opiniones personales que se alejen de la información de consumo rápido. Se está perdiendo en buena medida el contraste de la información en esta sociedad sobreinformada en la que estamos todos involucrados.

Me apena ver que cada uno cuenta las cosas como le conviene, basándose en el matiz y el dato interesado para lograr convencerte. Y todo el abanico ideológico es partícipe de ello, de uno de los males que afectan al periodismo en estos últimos años. Probar un poco de cada medio para conseguir una opinión propia, independiente, puede que sea la solución, pero como ya digo ni los medios de comunicación públicos ni tampoco los privados pueden abanderar por sí mismos la enseña de la imparcialidad porque de ninguna de las maneras lo están demostrando.

domingo, 22 de febrero de 2015

Los Oscar 2015: predicciones

NO INTERNET, EMBARGOED FROM INTERNET AND TELEVISION USAGE UNTIL THE CONCLUSION OF THE OSCARS TELECASTSemana de los Oscar y semana que toca tratar de averiguar qué va a ocurrir la madrugada de este domingo al lunes. Hace un año la triunfadora fue "12 años de esclavitud", una gran película que entonces contaba como máxima rival a "Gravity". Mejor película para la primera y mejor dirección para la segunda, ese fue el balance a grandes rasgos. ¿Pasará lo mismo este año? Ya veremos...

2014 trajo una película pequeña pero muy esperada de nombre "Boyhood". Su mayor atractivo ha sido que fue rodada a lo largo de doce años, con lo que se puede ver una evolución real y verídica de los personajes, sin maquillajes ni otras historias. Real como la vida misma "Boyhood" ha maravillado sobre todo a los críticos, pero compartiendo esos elogios con el cambio de tercio de Alejandro González Iñárritu, que se ha adentrado en la comedia ácida con "Birdman" dejando de momento a un lado su cine-tortura."Descifrando enigma", "La teoría del todo" o "Whiplash" se antojan como meras comparsas de esas dos películas favoritas, aunque ojo con la primera que tiene detrás a los temibles hermanos Weinstein.

Son nominaciones las de este año para todos los gustos, con algunas sorpresas y también injustificables olvidos. Así son estos premios donde las influencias y el dinero mandan sobre el valor artístico y la calidad del cine, pero que año tras año suelen despertar muchísima atención entre los aficionados al séptimo arte.

Desgranemos ahora las categorías más importantes y nuestra previsión en clave de oscar (en rojo los ganadores).

MEJOR PELÍCULA
- El francotirador
- Descifrando Enigma (The Imitation Game)
- Whiplash
- El gran hotel Budapest
- Boyhood
- Selma
- Birdman
- La teoría del todo

Si los tejemanejes de los Weinstein no lo impiden estamos ante un cara a cara entre "Boyhood" y "Birdman", las dos películas más premiadas durante los meses previos. Pero el caso es que ninguna de ellas ha sido un gran éxito de público y es por ahí por donde podría saltar la sorpresa, que en este caso sería mayúscula. "Birdman" parece una cinta que, pese a su elenco de caras conocidas, no es muy del perfil de lo que suele premiar la Academia, así que la fresca novedad que ha supuesto "Boyhood" en las carteleras y todos los condicionantes de su largo rodaje se antojan como suficientes para encumbrarla esa noche. Yo apuesto por ella.





MEJOR DIRECTOR
- Wes Anderson, por "El gran hotel Budapest"
- Alejandro González Iñárritu, por "Birdman"
- Bennett Miller, por "Foxcatcher"
- Morten Tyldum, por "Descifrando Enigma"
- Richard Linklater, por "Boyhood"
No debería de haber mucha más emoción que la de saber si Iñárritu o Linklater se hacen con esta estatuilla. ¿Premiarán los académicos el tesón y la paciencia del director de "Boyhood" o en su lugar la pericia técnica y el cambio de tercio del mexicano? Se adivina igualdad máxima, pero se me hace difícil pensar que dos años seguidos el mismo oscar vaya a parar a manos de un director de habla latina (y mexicano, más concretamente).

MEJOR ACTOR PROTAGONISTA
- Michael Keaton, por "Birdman"
- Benedict Cumberbatch, por "Descifrando Enigma"
- Bradley Cooper, por "El francotirador"
- Eddie Redmayne, por "La teoría del todo"
- Steve Carell, por "Foxcatcher"



El único que repite nominación es Cooper, que lleva 3 años seguidos siendo nominado. Pero esta edición tampoco parece ser su guerra y si el ex-batman de Keaton no lo remedia el joven actor británico Eddie Redmayne (hace dos años pudo haber sido perfectamente nominado por su participación en "Los miserables") se llevará el gato al agua por encarnar a un personaje real. La nominación de Steve Carell ya es un premio a su cambio de registro y a su poco parecido físico en la lograda "Foxcatcher".






MEJOR ACTRIZ PROTAGONISTA
- Julianne Moore, por "Siempre Alice"
- Rosamund Pike, por "Perdida"
- Marion Cotillard, por "Dos días, una noche"
- Reese Witherspoon, por "Alma salvaje"
- Felicity Jones, por "La teoría del todo"
Este es el año de Julianne Moore
La edad es el único obstáculo de la pelirroja en su subida al escenario a recoger el oscar. Lo merece desde hace tiempo y esta vez la productora de su película apostó por ella a caballo ganador. Además, encarnar a enfermos mentales siempre es garantía de llegar a la gran noche, y en esta ocasión y pese a las limitaciones de la película, no va a ser menos. Uno de los premios más esperados de la gala aunque no estemos ante el mejor trabajo de Moore.

MEJOR ACTOR DE REPARTO
- Mark Ruffalo, por "Foxcatcher"
- J.K. Simmons, por "Whiplash"
- Edward Norton, por "Birdman"
- Robert Duvall, por "El juez"
- Ethan Hawke", por "Boyhood"
Uno de los premios más cantados de la noche. Simmons, el otrora padre de Juno, es el claro favorito y un actor veterano al que por fin ponemos nombre. Ganador de todos los premios posibles deja sin esperanzas el resurgir de Norton o la trayectoria interesantísima de Ruffalo.

MEJOR ACTRIZ DE REPARTO
- Laura Dern, por "Alma salvaje"
- Emma Stone, por "Birdman"
- Meryl Streep, por "Into the woods"
- Patricia Arquette, por "Boyhood"
- Keira Knightley, por "Descifrando Enigma"
Otro premio cantadísimo. Arquette ha logrado una carrera perfecta encarnando a lo largo de 12 años a una madre divorciada, desorientada y frustrada que ve cómo crecen sus hijos mientras tiene que hacer frente al paso de los años. No tiene rival en un año algo flojo, lo cual no ha sido impedimento para que, otra vez, veamos pasearse como si fuera su casa a la sra. Streep por la alfombra roja. La Academia la adora, incluso haciendo de bruja piruja. Flipante.

MEJOR GUIÓN ORIGINAL
- "Birdman" (Alejandro Glez. Iñárritu, etc)
- "Foxcatcher" (E. Max Frye y Dan Futterman)
- "El gran hotel Budapest" (Wes Anderson y Hugo Guiness)
- "Boyhood" (Richard Linklater)
- "Nightcrawler" (Dan Gilroy)
Seguramente es una de las categorías más disputadas. Descarto de inmediato un nuevo premio para Linklater, así que la cosa pinta a un duelo encarnizado entre "Birdman" y "El gran hotel Budapest", que ha gustado mucho y llega revitalizada a la ceremonia a tenor de la cosecha tan beneficiosa de candidaturas. Si nuestra predicción se cumple "Birdman" podría salir escaldada, o puede que no si consigue este premio de consolación.

MEJOR GUIÓN ADAPTADO
- "La teoría del todo" (Anthony McCarten)
- "Puro vicio" (Paul Thomas Anderson)
- "El francotirador" (Jason Hall)
- "Whiplash" (Damien Chazelle)
- "Descifrando Enigma" (Graham Moore)
Como "Birdman" en Guión Original, en este caso "Descifrando Enigma" se agarra a esta categoría para no quedar a 0. Lo tiene relativamente sencillo, una vez que el guión de "Perdida" quedó sorprendentemente en la cuneta, pero es una incertidumbre saber hasta qué punto la película sobre el personaje de Alan Turing ha calado en Hollywood. "Whiplash" se mantiene al acecho por si acaso.

¿Será el año de Alexandre Desplat?

MEJOR BANDA SONORA
- "Interstellar" (Hans Zimmer)
- "Mr. Turner" (Gary Yershon)
- "El gran hotel Budapest" (Alexandre Desplat)
- "La teoría del todo" (Johann Johannsson)
- "Descifrando Enigma" (Alexandre Desplat)

El globo de oro fue a parar a la partitura sobre la película de Stephen Hawking, pero eso no significa absolutamente nada en la categoría más inesperada de todas. Un nombre destaca sobre los demás, el del francés Alexandre Desplat, que lucha por ganar de una vez el oscar que tanto va mereciendo. El compositor más hiperactivo de la humanidad juega con dos cartas, pero sobrevuela la división de votos y especialmente el hecho de que casi siempre se prefiera premiar a novatos o intrusos en este apartado cinematográfico. Sabiendo cómo se las gastan, me temo que Desplat tendrá que seguir esperando su día de gloria. Será una pena, pese a que no compita con la maravillosa partitura de "The Monuments Men".

lunes, 2 de febrero de 2015

Ecléctica Argentina

Avenida 9 de Julio

Un viaje a la Argentina. De eso quiero hablar en esta entrada. Nos retrotraemos en el tiempo al 2010, pues por entonces tuve la oportunidad de ver una deliciosa película titulada "El mismo amor, la misma lluvia"; argentina era, y de Juan José Campanella, ni más ni menos. El creador de las brillantes "El hijo de la novia" o "El secreto de sus ojos", y de la para mí una de las obras capitales del serial en castellano, "Vientos de agua", decía a propósito de Jorge Pellegrini, el personaje principal de "El mismo amor...": Jorge Pellegrini no deja de ser la personificación de esa Argentina que se embriaga de esperanzas para acabar hundida de nuevo, con las alas cortadas, como en una montaña rusa de espectaculares ascensos y dramáticos descensos". Y creedme, sin conocer prácticamente a ningún argentino tiene uno la sensación de que la apreciación no es nada desafortunada.

Pero hay más de una Argentina porque un país tan grande ofrece muchísima diversidad. Y de todas ellas, Buenos Aires es un mundo aparte. Una ciudad que desconcierta. Según se adentra uno en la capital federal empieza a ver barriadas con sus edificios aterrazados y sus fachadas desconchadas. No es la mejor bienvenida a una de las mayores urbes de América del Sur. Por momentos uno siente que penetra en una ciudad salvaje, abandonada, empobrecida. La sensación continua cuando se atraviesa la Avenida 9 de Julio -la del obelisco-, tan llena de coches como de personas, aunque ya la cosa parece otra un poco más distinta. Es el centro mismo de la ciudad, pero una urbe tan inmensa como Buenos Aires te invita a recorrerla y es ahí cuando te das cuenta de su pluralidad.


Calle Caminito, La Boca

La Plaza de Mayo es el centro originario de la capital argentina. Sus palomas y sus palmeras la otorgan cierta gracia. Lugar de congregaciones y manifestaciones masivas, sorprende ver sábanas y carteles reivindicativos que hablan de cierta desigualdad intrínseca de oportunidades. Al sur, el barrio de San Telmo tiene un marcado aire colonial, mitigado en buena medida por el abandono y deterioro de sus edificios. Es una pena que un barrio que se antoja bonito y con tanta historia -aquí residía la burguesía poderosa de las primeras décadas de la Argentina independiente- esté tan mal mantenido. Y más al sur todavía (¿por qué siempre el sur?) está la Boca. Este barrio con tanta identidad y también tan futbolero es por otra parte un reclamo para el turista aunque también conlleva un aviso para navegantes: hay que andar con ojo, pues la cámara y la cartera corren peligro si se está despistado. Sorprende el colorido de sus edificios en el entorno de Caminito; son los populares conventillos, aquellos habitáculos alrededor de un patio interior que sirvieron como alojamiento a quienes acababan de llegar de Europa con ilusiones renovadas y escapando de las guerras o del hambre. Hoy hay algunos muy bien conservados, muy coloridos y que se pueden visitar, acondicionados como talleres y tiendas de artesanía, pero su mayor valor reside en su significado en una tierra que por entonces ofrecía muchas oportunidades. Estamos hablando de una nación hecha en base a la llegada masiva de barcos procedentes de Europa y la Boca era la puerta de entrada a la ciudad. Ir a Buenos Aires y no visitar un conventillo en esta parte de la capital porteña es como saltarse una parte fundamental de su historia.

La Calle Corrientes, repleta de cines, librerías y cafeterías, es como la Gran Vía madrileña. Todo aquí te recuerda a Europa, así como pasear por la peatonal Calle Florida y el entorno del Microcentro. Buenos Aires respira mucha vida cultural y es normal que de día todo esté atiborrado de gente. La ciudad es un poco caótica y en general no está muy bien cuidada. Me llevé una mala imagen al ver las aceras tan mal conservadas, su deterioradísimo mobiliario urbano, aquellos perros sueltos durmiendo junto a los comercios, los indigentes removiendo la basura a cualquier hora del día o los aparatos de aire acondicionando "escupiendo" agua a tu paso (pues en Buenos Aires durante el verano tienes aseguradísimo un calor asfixiante ya que hay mucha humedad). Así de caótica es la capital porteña y el caso es que los bonaerenses parecen ya muy resignados a todo esto. Pero al norte la ciudad gana en encanto: el barrio de Recoleta, en los alrededores de su archiconocido y bellísimo cementerio, es un París en pequeño. Jardines, farolas doradas, infinidad de árboles (esto es algo general en Buenos Aires), estatuas y magestuosos edificios de corte francés hacen de esta zona una de las mejores para caminar. Palermo, justo al norte, es el barrio por antonomasia de la clase media. Es un barrio también muy a la europea, con sus placitas y sus comercios, pero más sosegado que el centro y con menos tráfico.

Faro Les Eclaireurs, en el canal Beagle, Ushuaia
No tuve mucho más tiempo para ver la ciudad. Se nota que inicialmente hubo un gran afán de emular a las grandes capitales europeas (y si no basta entrar en el espectacular Teatro Colón, a pocas manzanas del obelisco). Y es que el porteño siempre se ha creído un europeo desplazado a América, y esto entronca directamente con la apreciación de Campanella sobre Jorge Pellegrini. ¿Cuantos sueños se han debido de quedar en el camino? Y esa es la sensación que desprende Buenos Aires, la de cierto abandono, la de que cualquier pasado fue mejor y que de hecho tuvo un pasado de gran prosperidad. Una nación echada muchas veces a perder por sus gobernantes; una nación muy rica pero enormemente desaprovechada.

Pero por suerte mi viaje fue más allá de la capital. Casi en los confines del planeta, Ushuaia es una ciudad algo fantasma, pero circunscrita a un entorno sin parangón. Bañada por el canal Beagle y peinada por irrefrenables vientos es la ciudad más austral del planeta, rodeada de bosques, valles y montañas que recuerdan a otras latitudes. Todo gira entorno al turismo en Tierra del Fuego y de hecho aquello parece otro país (aunque ya sabemos que los argentinos de cualquier región se consideran muy argentinos, y aquí no es menos...)

El Lago Argentino es un mar rodeado por un secarral en la zona de El Calafate y por la cordillera de los Andes en su otro costado. Aquí se encuentra el impresionante glaciar Perito Moreno, de hielos tan azules que te invita a estar continuamente dándole al botón de tu cámara. Aunque cierto es que hay muchos más glaciares, el Perito Moreno es, con mucho, el más visitado por los turistas nacionales o extranjeros y tiene bien ganada su fama.

Glaciar Perito Moreno, Patagonia
El Noroeste argentino es una dura zona para vivir. Fuera de los vergeles donde se hallan Salta o San Salvador de Jujuy empieza la puna, el altiplano, y también la Quebrada de Humahuaca, que es Patrimonio Cultural de la Humanidad. Aquí nos hallamos en la tierra de los indios coya y cualquiera pensaría que estamos en pleno Perú o Bolivia. Es la Argentina más americana de todas, la más andina e igual también la más pobre. La ciudad de Salta parece que nunca duerme y deslumbra por sus edificios coloniales y la fachada rosada de su imponente catedral. También por su gastronomía: tamales, humitas o el delicioso dulce de cayote con queso dan sabor a la zona de raíces más indígenas del país.


Iguazú es un área selvática compartida por Argentina, Brasil y Paraguay. Su parque nacional comprende las maravillosas cataratas. La mayoría están en el lado argentino, pero las mejores vistas se tienen desde el lado brasileño, pues el río hace de frontera. Alrededor se abre un paisaje de profusa vegetación que no hace más que ensalzar la belleza de las aguas y el rugir de sus cascadas. La selva misionera (o paranaense, si uno la visita en Brasil) es un placer para la vista y no defrauda. Una de las 7 Maravillas Naturales del Mundo, y poco más hace falta añadir.

La Paleta del Pintor, en Maimará (Jujuy)

Un viaje variado el mío para un país que ofrece muchísimas posibilidades al turista. Está tratando de responder con acierto a las demandas del extranjero que llega para recorrerla. Hay buenos hoteles, óptimos restaurantes y un personal muy preparado para que disfrutes y aproveches tu estancia. Pero se me escapa por qué Argentina no tira más para arriba, el porqué de esa sensación de decadencia y de parecer anclada en un pasado floreciente sin que se atisbe a simple vista que la gente tenga muchas ganas de cambiar las cosas. Horroriza pensar que tanto mito tenga tanto peso en la idiosincrasia del país: Evita, el general San Martín, Maradona, Gardel, las Malvinas... En Argentina se lleva la mitomanía, pero uno se pregunta si esa fama de guías espirituales del país es del todo merecida. Al menos a quienes vivimos en la Vieja Europa pensar así se nos hace raro.



Y sí, Buenos Aires se nos muestra tal y como la ha retratado Campanella con su cámara en sus películas, con ese halo decadente, con esos edificios y con esos árboles. Jorge Pellegrini no es sólo el fabuloso Ricardo Darín (el actor que lo encarna en la película). Jorge Pellegrini es el porteño medio embriagado de esperanzas, pasional como lo es el tango (ir a Buenos Aires y no ver un espectáculo de este género tan universal es para tirarse de un puente) y sumido en sus propias contradicciones y en su perenne melancolía. Así es Buenos Aires, una "rara avis" a orillas del Río de la Plata en América del Sur. Y Argentina un país variopinto que merece la pena recorrer, ver, degustar, y casi todo lo que a uno se le ocurra, porque con crisis o sin ella cruzar el charco y recorrer ese país maravilla a cualquiera.

Salto San Martín, Iguazú

lunes, 5 de enero de 2015

Otro gran año (de cine)

Época navideña y época en la que se multiplican los rankings de todas las cosas que podamos imaginar. Como ya hice el año pasado quiero dedicar este post a "lo mejor" que he podido ver en el 2014. Algo enteramente subjetivo, claro, pero con el deseo de que el 2015 depare otro cargamento del mejor cine.

7. HER (de Spike Jonze)
¿Hasta qué punto las nuevas tecnologías pueden llegar a condicionar nuestras relaciones sociales? ¿Cuales son los límites de nuestra dependencia emocional? Son estas dos sólo algunas de las preguntas que aborda "Her", una cinta sobre la incomunicación en un futuro no tan lejano y que compitió en la pasada edición de los Oscar, haciéndose con el premio a Mejor Guión Original. Una peli increscendo que termina tocando la fibra sensible, sorteando una línea casi imperceptible entre la sonrisa y la emoción. La voz en inglés de Scarlett Johansson y el rostro taciturno, pero amable aunque sirva de precedente, del gran Joaquin Phoenix son los mascarones de proa de una rareza con la que si conectas te puede llegar a encantar.



6. LA ISLA MÍNIMA (de Alberto Rodríguez)
Seguramente uno de los directores españoles que mejor aborda el cine policial al más puro estilo norteamericano. Aquí, dos policías que tienen muy poco en común se adentran en un entorno pantanoso (las Marismas del Guadalquivir, expléndidamente fotografiadas) para aclarar un suceso luctuoso. Mientras van tirando de la madeja, pronto se darán cuenta de que el caso se complica más de lo que deseaban. Un thriller oscuro, muy bien interpretado y con un guión concienzudo que deja, eso sí, varias preguntas en el aire al espectador. En España se puede hacer buen cine, de calidad e interesante, y "La isla mínima" bebe sin duda del cine norteamericano de los 70.



5. PHILOMENA (de Stephen Frears)
El ecléctico director británico no siempre convence con cada uno de sus proyectos y aunque ya ha quedado muy lejos en el tiempo esa obra magna titulada "Las amistades peligrosas" este año nos sirvió en bandeja un vehículo muy interesante para el lucimiento de Judi Dench. Puede que estemos ante el último gran papel de esta gran dama de la escena, pero es que "Philomena" es ella. La historia de una mujer de hondos sentimientos religiosos que decide 50 años después buscar a su hijo dado forzosamente en adopción. El resultado es una entrañable road movie que consiguió merecidamente varias menciones de premio.



4. BOYHOOD (de Richard Linklater)
Si el año pasado lo fue "Gravity", la peli-acontecimiento del 2014 lo ha sido "Boyhood". Rodada a lo largo de 12 años con los mismos actores nos cuenta el proceso de crecimiento y maduración de un chico en un entorno familiar desestructurado. El culmen del cine naturalista con el que no todos logramos conectar, pero ese plus del paso del tiempo, la contextualización musical y la maestría tras la cámara para hablar de algo tan mundano como la vida hacen de "Boyhood" una experiencia diferente y por momentos fascinante. Lo de los 12 años, ¿será una premonición?



3. NEBRASKA (de Alexander Payne)
Es uno de mis directores favoritos y tras "Entre copas" y "Los descendientes" llegó esta cinta en blanco y negro para poquito a poco ir haciendo mucho ruido. Un anciano con demencia senil, su muy cascarrabias esposa y su incrédulo hijo forman el tridente de este viaje por el interior despoblado y abandonado de los Estados Unidos. La excusa es el cobro de un premio, que sirve de gancho para hablar de muchísimas otras cosas. Pese al protagonismo de unos perdedores, te ríes, como siempre en el cine de Payne, uno de las realizadores más destacados del nuevo cine norteamericano, el rey de la dramedia en este siglo XXI. Ojalá no tarde mucho tiempo en presentarnos una propuesta tan interesante como "Nebraska" y que por fin sea reconocido a nivel de premios más allá de sus elaborados guiones.



2. EL AMANECER DEL PLANETA DE LOS SIMIOS (de Matt Reeves)
Tres años antes llegó "El origen del planeta de los simios" y me sorprendió mucho porque esperaba más bien poca cosa. Siguiendo la estela de aquella se estrenó en verano esta segunda parte que la gana aún en espectacularidad. Tecnológicamente de matrícula de honor y con un ritmo endiablado, su estudiadísimo guión convierte a "El amanecer..." en una experiencia única, rotunda y mastodóntica. El mono César es uno de los mejores personajes de los últimos años y aquí los efectos especiales están al servicio de una historia, la lucha ya no tanto entre clases sino entre el bien y el mal. Un retrato impresionante de la condición humana (sí, aunque aquí también hablemos de simios muy evolucionados) para ver sobre todo en pantalla grande. Muy disfrutable.



1. 12 AÑOS DE ESCLAVITUD (de Steve McQueen)
Tras "Shame" el director británico se adentró en la historia profunda de EE.UU. en el siglo XIX. Quizás estemos ante la película definitiva sobre la esclavitud -aunque no me guste mucho esta expresión-, una cinta que fue la ganadora de los Oscar y que ya engrosa el capítulo de películas imprescindibles. La epopeya de Solomon Northup es la lucha por la libertad y la dignidad del ser humano. Un guión pausado, elaborado y matizado, pero cargado de gran realismo convierten a esta película en un triunfo donde todo encaja (salvo igual Brad Pitt). Una gran producción que acaba por conmover a cualquier espectador.