martes, 10 de mayo de 2016

Casilla de salida


El 26 de junio tenemos una cita. Una cita a la que me atrevo a asegurar muchos españoles no acudirán. Vacaciones escolares, el disfrute del incipiente verano, exámenes de oposición y demás "excusas" no podrán ocultar la sensación de que los votos recopilados el pasado 20 de diciembre no han servido absolutamente para nada. Ésa es la sensación general que marcará ese domingo y la razón principal de la muy escasa asistencia a las urnas. El 26 de junio será una segunda vuelta o la repetición de unas elecciones, me da lo mismo cómo la llamemos, pero sin miedo a equivocarme diría que es un fracaso en toda regla de la política nacional. Cuatro meses que no han servido más que para demostrar que cuando no queremos es imposible acabar por entendernos en este país.

Todos los partidos políticos son en mayor o menor medida responsables de la situación a la que hemos llegado. Igual nadie preveía que había que ceder en los programas electorales de cada partido para poder entenderse, que una mayoría simple no es garantía suficiente para poder formar gobierno (para el caso del PP) o que la política debe hacerse desde la humildad y no desde el espectáculo (para el caso de Pablo Iglesias). Total, que han sido cuatro meses donde los reproches, los grandes titulares, el triunfo de los egos y los giros de timón han acabado por llevarnos a un callejón sin salida. Como si de un parchís se tratara, volvemos a la casilla de salida como si nada de lo anterior hubiera existido.

De acuerdo en que de aquí a entonces vamos a tener que sufrir otra campaña electoral agotadora para el ciudadano y para los bolsillos, llena de reproches y acusaciones cada día y en cada momento. Pero entre el sopor y el hastío no debería el elector dejar en el olvido que estos últimos meses han sido tiempo suficiente para hacer verdadera política y de que en esa labor ardua pero de triste final algunos más que otros han actuado con algo más de responsabilidad. Tras el paso atrás del presidente Rajoy (que es capaz de anteponer un partidillo de fútbol a sus responsabilidades institucionales, con eso lo digo todo...) la labor de intentar formar gobierno recayó en Pedro Sánchez, que para asombro de casi todos trató de tejer alianzas y lanzar un pulso a parte de su propio partido y a Podemos, que osaba apoderarse del control de las izquierdas. No ha sido poco loable el empeño de Pedro Sánchez por hacer entenderse. A ese empeño se unió desde el inicio la formación de Albert Rivera, convirtiéndose en la piedra de molino sobre la que ha girado buena parte de las opciones de gobierno a lo largo de estos meses. Ambos partidos, PSOE y Ciudadanos, parecieron haber entendido el mandato de las urnas. Todo lo contrario que el PP, atrincherado en su idea de que por ser el partido más votado era el único legitimado para poder gobernar, acusando además al resto de partidos de querer intentarlo, mofándose de la capacidad de diálogo de otras fuerzas y tirando balones fuera cada vez que saltaba a la actualidad informativa un nuevo y ya enésimo caso de corrupción. Y encima parece ser que esa estrategia de quedarse quieto y parao le va a salir redonda al oscuro inquilino de la Moncloa; verlo para creerlo...

Quizás Pedro Sánchez haya pagado como ninguno las consecuencias de una campaña electoral donde se dijeron cosas muy duras y se utilizó un lenguaje demasiado agresivo. Porque si algo ha venido demostrándose es que todos somos esclavos de nuestras palabras y a la hora de la verdad esas se las lleva el viento, sobretodo si eres un político. Y su cerrazón a llegar a acuerdos con el PP ha sido definitiva cuando la vereda en el otro costado ha acabado por desaparecer entre la espesa maleza.

¿Y qué panorama nos espera ahora? Desde luego que los políticos que nos han llevado a la repetición de elecciones deberían de tener más cuidado con lo que dicen y con lo que prometen. Una polarización de los votos en torno al PP y a Podemos (o como quiera llamarse tras su alianza con Izquierda Unida, puro y duro matrimonio de conveniencia basado únicamente en números y teoremas matemáticos) creo que sería muy negativa para España. Sería hablar aún más de términos como revancha, herencia del pasado, y de una "guerra fría" entre izquierdas y derechas sin fin. España necesita un buen lavado de cara y varias operaciones de cirugía estética, algunas más profundas que otras. Pero veo muy peligroso cuestionarnos continuamente si queremos seguir siendo españoles o ciudadanos de la Luna, republicanos o monárquicos o si todo lo logrado desde 1975 ha sido pan comido o un desacierto absoluto. Todo, comenzando por los grandes asuntos de Estado, necesita una reflexión sosegada y sincera, sin histrionismos ni espectáculos luminosos de cara al espectador. España necesita políticos coherentes y con visión de Estado, que hagan más que dicen y no conviertan este tinglado en un show de televisión. No sé si una imposible alianza PSOE-Ciudadanos-PP hubiera fracasado o bien hubiera posibilitado alguna de las cosas de las que estoy hablando, pero un frente común entre Podemos, UP, las mareas y el PSOE hubiera supuesto a este último partido su enclaustramiento en un proyecto secuestrado por poderes divergentes y por la concepción de un Estado asimétrico de nula identificación nacional. Porque no todo es programa social o la asunción de derechos y libertades... En POLÍTICA hay muchos más palos que tocar, afortunadamente.

Quizás haya habido demasiadas lineas rojas y demasiadas trincheras en torno a palabras como "izquierda" y "derecha", etiquetas que deberíamos pensar en reciclar ya de una vez. A nuestros representantes se les ha visto demasiado el plumero todos estos meses. La prueba de fuego de la madurez del sistema político no ha sido satisfactoria ante el pesimismo creciente de los españoles porque cuando parecía que nuevas caras iban a poder modificar las reglas del juego hemos visto que nada de eso se está produciendo. Al menos esa es la percepción que yo tengo. Y me temo que la solución a nuestros numerosos problemas va para largo ante un panorama político y social muy fragmentado y cada vez, desafortunadamente, más polarizado en sus extremos. Las Dos Españas siguen más vivas que nunca y el tiempo, ese factor que se ha tirado a la basura de manera tan indecente e irresponsable, será el encargado de demostrar si estoy en lo cierto.