miércoles, 2 de marzo de 2011

Soplan vientos del desierto

El tiempo dirá si 2011 es una fecha clave en el devenir de una pequeña porción de nuestro planeta. Me refiero al norte de África y los países de Oriente Próximo, sacudidos estos días por revueltas, manifestaciones y revoluciones varias que podemos seguir a través de los medios de comunicación de masas y también a través de las redes sociales, el último grito de este gran invento llamado Internet.

Resulta fascinante cómo una población mayoritariamente joven es capaz de movilizarse de esa manera alentada por sus propios anhelos de libertad hasta acabar por tumbar décadas y más décadas de autoritarismo y corruptela. Pero bien es cierto que el mundo árabe no es uniforme, tiene estratos de tiranía y además son países extremandamente heterogéneos, alguno de ellos incluso con escasa identidad nacional, donde convive la paradoja de la opulencia de algunos frente a la falta de los más mínimos de los derechos de casi todos. De ahí precisamente las diferencias por ejemplo entre la "primavera" tunecina y el caos propio de guerra civil que estos días se vive en Libia.

Probablemente las raíces de todo este asunto se hayen en la falta de perspectivas de progreso para los ciudadanos de esas naciones: gente mayoritariamente joven, muchos de ellos con una gran preparación, pero sin empleo y que no encuentran ningún futuro dado que el poder político y económico sigue en manos de quienes ya lo ostentaban hace 50 años. La clase dirigente se ha lucrado de su estatus y, gracias también a los recursos naturales tan suculentos de estos países, ha logrado tejer poderosas alianzas con las grandes potencias internacionales, verdaderos sostenes de estos regímenes trasnochados frenadores a su vez del temible islamismo radical. Una especie de "statu quo" bien visto por Occidente ante la necesidad de no enfrentar más al mundo árabe con Israel y que ha tenido su mayor exponente en el Egipto de Mubarak, verdadera bisagra en esa complicada parte del mundo.

Algo está cambiando. Pero el futuro es incierto: las ganas de Democracia (sinceras o no tanto) deberán hacer encaje de bolillos con el peso de la tradición (con un fortísimo ingrediente religioso) y con los propios intereses económicos de las potencias internacionales que deben dirimir ahora si es mejor o no que el poder económico de estos países pase a ser controlado por el propio pueblo. También está presente la pregunta que todo el mundo se hace: ¿el islamismo radical acabará por hacerse fuerte con la nueva situación? Hasta ahora se le había mantenido a raya, pero es pronto para saberlo, un riesgo con el que habrá que lidiar.

Nos hemos cansado de oír estos días dictámenes de la ONU, de los EE.UU. o incluso de países europeos a título particular, pero lo que debe quedar claro es que los propios tunecinos, libios, egipcios o yemeníes son quienes deben elegir su propio destino, sin injerencias externas. Cualquier asesoramiento internacional es válido, pero no deben ser los propios ciudadanos quienes paguen el pato de que no se hayan cumplido los dictámenes internacionales por parte de estos gobiernos cuasiteocráticos que se han apoderado de todo. Los intereses económicos internacionales deben quedar al margen de cualquier decisión, lo importante ahora es configurar un proceso de transición que garantice los derechos fundamentales y la estabilidad política, a la vez que  intente solventar su maltrecha economía después de días y días de revuelta y paralización total.

El mantenimiento de dictaduras aliadas de Occidente es  una herencia de la Guerra Fría, un error que hemos permitido durante demasiado tiempo. Ahora es cuando debe prevalecer la voluntad popular, con un apoyo internacional sin fisuras y con una sola voz. No se puede permitir que el mundo desarrollado siga viendo a estos países como meros productores de petróleo o de gas natural, nos estaríamos equivocando de lleno. Volver a tropezar en la misma piedra no hay duda de que podría tener consecuencias inimaginables para estas naciones y, colateralmente, para España y el resto de países europeos aledaños al Mediterráneo. Todos nos jugamos demasiado en esta partida de cartas.


No hay comentarios:

Publicar un comentario