jueves, 1 de septiembre de 2011

Seguir remando

En ocasiones uno se pregunta si elige o recibe. Me explico: ¿hasta qué punto somos prisioneros de nuestras decisiones? o, dicho de otra forma, ¿el destino ya está escrito por mucho que nos empeñemos en cambiar las cosas?

Es que en los últimos días parece que únicamente tengo la sensación de que todo hay que lucharlo muchísimo y de que en esa dedicación no te van a poner las cosas sencillas. Que hay demasiados intereses enfrentados y cuando ya te tocan tu propia dignidad es cuando acabas saltando; porque está claro que cuando te pones demasiado blando siempre va a haber alguien que intente aprovecharse de ello.

Por eso, siento envidia de toda esa gente a quien aparentemente le marchan fenomenal las cosas. Sin ir más lejos, hace días asistí a una boda de un amigo y era innnegable la suerte (buscada o no) que él ha tenido. En nada el Jose de entonces se parece al de hoy, que parece vivir en una nube por obra y gracia del fundador de Meetic. Y así es la vida, igual un golpe de fortuna hace que te sientas el hombre más feliz del mundo o un golpe de mala suerte te convierte en una persona que se marcha casi para el otro barrio.

En cualquier caso, la vida se compone sobre todo de pequeñas cosas que van sumando en el termómetro de la felicidad. Nos enquistamos con asuntos que a veces no deberían tener la más mínima importancia o hacemos saltar las alarmas antes de tiempo. Igual es esto lo que me pasa de un tiempo a esta parte, que me cuesta valorar lo bueno y me obsesiono con cosas que lleva muchísimo tiempo conseguir, vete tú a saber...

Pero te pones a veces a remar y ves que no llegas a vislumbrar el final. Y que además te encuentras bastante lejos de la orilla para poder pedir auxilio cuando lo necesitas, una orilla que por cierto cada vez ves más lejana. Y sí, necesito algo de aire en esa lucha constante, algo que me haga ver el paisaje de otro color y que saque lo mejor de mí. A veces sueña uno con encontrarlo e incluso crees que estás cerca de poder alcanzarlo, pero no es más que un espejismo veraniego porque, aunque te esmeres, siempre tienes la sensación de que te falta esa pizca de suerte cuando ya has dado todo de ti.

Será que soy un iluso. Tengo una capacidad asombrosa de pasar de la pena más absurda a la alegría más injustificada en sólo cuestión de unos segundos, así soy yo. Pero habrá que seguir remando, que en este festival somos mucha gente y de momento mi humilde barca no ha sufrido daños que no puedan ser reparados. Barcas más rotas he visto y siempre salen a flote.



1 comentario:

  1. Tranquilo, son momentos de bajón. Cada uno tenemos lo nuestro y no debes fijarte en nadie. Eso si, la suerte hay que buscarla. Un abrazo

    ResponderEliminar