Llevamos un 2012 de aúpa porque no acaba
la cadena de malas noticias económicas gracias a una crisis que parece no tener
fin o al menos no se vislumbra en el horizonte. De la prosperidad de las
últimas décadas hemos acabado cayendo en la más cruda de las desdichas, al
borde del rescate (si es que no se está produciendo ya) y con las cuentas del
país bajo vigilancia a diario. Lo peor igual está por llegar, con la escalada
galopante del paro y unos índices de pobreza y marginalidad que nos dejarán a
la cola de Europa. ¿Qué ha pasado?
No soy analista económico, pero todo
indica que la burbuja en la que nos movíamos ha acabado por estallar, que no se
sostenía nuestro sistema de subvencionado bienestar. No trato de dejar fuera de
toda culpa a la ciudadanía, que igual en
algunos casos no hemos sabido, no han sabido, nadar y guardar la ropa,
pero todos tenemos el convencimiento de que la clase política no ha estado a la
altura de lo que se la pide.
El gobierno de turno cada vez es un
satélite más de este mundo globalizado y un juguete en manos de una Unión
Europea liderada por Alemania que impone sus intereses. Y esto es algo que cada
vez resulta más notorio: toda la política de recortes está alentada desde
Bruselas (o digamos mejor desde Berlín) y no acabará hasta que la sra. Merkel diga
que basta.
Puedo estar más o menos de acuerdo con
alguna de las reformas económicas, pero con el grueso de ellas por supuesto que
no. Y no fundamentalmente porque es con el ciudadano de a pie con quien se
trata de pagar el pato de todos los derroches anteriores. ¿Donde está todo el
dinero que se ha blanqueado? ¿Cuando van a devolver el dinero malgastado
quienes lo han consentido? Resulta que ahora ya no hay dinero ni pa pipas,
¡pues qué injusto!
Quiero ver en la cárcel a todos esos
alcaldes, concejales y consejeros corruptos que se han llenado los bolsillos a
nuestra costa, pero eso sí, devolviendo hasta el último céntimo. También quiero
que quienes llevaron a los bancos y cajas a la ruina se sienten delante de los
ciudadanos y asuman el daño que han producido con su gestión, una crisis donde
el poder político -aliado del poder económico- ha tenido mucho que decir.
Escuchar la cantidad ingente de dinero
tirado a la basura -lo del Levante español es de juzgado de guardia- en
aeropuertos sin aviones, AVEs, autovías fantasma, edificios inservibles y
patrocinios de relumbrón te puede poner de tan mala hostia como pensar que todo
eso está quedando a la sombra de la política de recortes. ¿Donde está Fiscalía
Anticorrupción?, ¿cuando van a hablar los partidos políticos de tales desmadres
sin echar la culpa a la oposición? O mejor dicho, ¿dónde queda la
responsabilidad penal?
El Estado de las Autonomías está siendo un
fracaso. Resulta inconcebible que debamos pagar entre todos las deudas
contraídas por las Comunidades Autónomas. Pero más lo es aún pensar que ya no
todos tenemos tan a mano comprar medicinas porque no hay dinero, que ese dinero
se ha ido en fastos y faranduleo. También es horroroso pensar que entre todos
vamos a tener que arreglar el agujero económico provocado por los bancos y las
cajas participadas por los partidos políticos, si es que ni uno solo (hablo de
los partidos) puede mirar para otro lado...
Dudo mucho que los tijeretazos de Rajoy
sirvan para algo bueno. Donde dijo digo dice Diego y se queda tan ancho, las promesas
electorales ya hace mucho que se las lleva el viento... Pero todo suena a
escusa, a precipitación. Y ojo que soy de los que piensa que el gobierno de
Zapatero actuó mal y tarde (aunque la burbuja inmobiliaria se empezó con
Aznar), pero las medidas restrictivas de Rajoy no nos llevan a ningún lado si
no se potencian también políticas de consumo y estimulación económica. Al paso
que vamos en unos meses no habrá quien salga de casa porque habrá más impuestos
que mosquitos, al tiempo.
Pero insisto, es muy fácil echar la culpa
de todos los males al gobierno anterior cuando en la España del siglo XXI
las CC.AA (la mayoría gobernadas por
el PP) han adquirido enormes competencias que han sabido modular a su antojo.
Tampoco se debe mirar para otro lado, algo a lo que los políticos españoles ya
nos tienen más que acostumbrados, pero de todo lo que se ha estado consintiendo
nuestros gobernantes no quieren oir hablar porque hay más cómplices que
ladrones. Es más sencillo escurrir el bulto y hacer cargar el peso de la crisis
sobre los ciudadanos, pero a los diputados, senadores y jerifaltes inmunidad
absoluta. Lo importante es salvar a los bancos (por intereses ocultos y no tan
ocultos), los mismos que inflaron el clima especulativo a costa de todos los
ahorradores.
Cuando vi a todos los diputados del PP
aplaudir las duras medidas de Rajoy me pregunté si ser español había sido un
error, porque hay que tener narices para ponerse a dar saltos de alegría de esa
manera... Pero no, mola ser español porque en fútbol ya somos campeones de
todo, porque parecemos hechos de otra pasta y porque a juerga no nos gana ni el
tato. Es verdad, cada día que pasa nos hierve el orgullo nacional, igual un día
explotamos y todo. Cuidado.
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