lunes, 2 de febrero de 2015

Ecléctica Argentina

Avenida 9 de Julio

Un viaje a la Argentina. De eso quiero hablar en esta entrada. Nos retrotraemos en el tiempo al 2010, pues por entonces tuve la oportunidad de ver una deliciosa película titulada "El mismo amor, la misma lluvia"; argentina era, y de Juan José Campanella, ni más ni menos. El creador de las brillantes "El hijo de la novia" o "El secreto de sus ojos", y de la para mí una de las obras capitales del serial en castellano, "Vientos de agua", decía a propósito de Jorge Pellegrini, el personaje principal de "El mismo amor...": Jorge Pellegrini no deja de ser la personificación de esa Argentina que se embriaga de esperanzas para acabar hundida de nuevo, con las alas cortadas, como en una montaña rusa de espectaculares ascensos y dramáticos descensos". Y creedme, sin conocer prácticamente a ningún argentino tiene uno la sensación de que la apreciación no es nada desafortunada.

Pero hay más de una Argentina porque un país tan grande ofrece muchísima diversidad. Y de todas ellas, Buenos Aires es un mundo aparte. Una ciudad que desconcierta. Según se adentra uno en la capital federal empieza a ver barriadas con sus edificios aterrazados y sus fachadas desconchadas. No es la mejor bienvenida a una de las mayores urbes de América del Sur. Por momentos uno siente que penetra en una ciudad salvaje, abandonada, empobrecida. La sensación continua cuando se atraviesa la Avenida 9 de Julio -la del obelisco-, tan llena de coches como de personas, aunque ya la cosa parece otra un poco más distinta. Es el centro mismo de la ciudad, pero una urbe tan inmensa como Buenos Aires te invita a recorrerla y es ahí cuando te das cuenta de su pluralidad.


Calle Caminito, La Boca

La Plaza de Mayo es el centro originario de la capital argentina. Sus palomas y sus palmeras la otorgan cierta gracia. Lugar de congregaciones y manifestaciones masivas, sorprende ver sábanas y carteles reivindicativos que hablan de cierta desigualdad intrínseca de oportunidades. Al sur, el barrio de San Telmo tiene un marcado aire colonial, mitigado en buena medida por el abandono y deterioro de sus edificios. Es una pena que un barrio que se antoja bonito y con tanta historia -aquí residía la burguesía poderosa de las primeras décadas de la Argentina independiente- esté tan mal mantenido. Y más al sur todavía (¿por qué siempre el sur?) está la Boca. Este barrio con tanta identidad y también tan futbolero es por otra parte un reclamo para el turista aunque también conlleva un aviso para navegantes: hay que andar con ojo, pues la cámara y la cartera corren peligro si se está despistado. Sorprende el colorido de sus edificios en el entorno de Caminito; son los populares conventillos, aquellos habitáculos alrededor de un patio interior que sirvieron como alojamiento a quienes acababan de llegar de Europa con ilusiones renovadas y escapando de las guerras o del hambre. Hoy hay algunos muy bien conservados, muy coloridos y que se pueden visitar, acondicionados como talleres y tiendas de artesanía, pero su mayor valor reside en su significado en una tierra que por entonces ofrecía muchas oportunidades. Estamos hablando de una nación hecha en base a la llegada masiva de barcos procedentes de Europa y la Boca era la puerta de entrada a la ciudad. Ir a Buenos Aires y no visitar un conventillo en esta parte de la capital porteña es como saltarse una parte fundamental de su historia.

La Calle Corrientes, repleta de cines, librerías y cafeterías, es como la Gran Vía madrileña. Todo aquí te recuerda a Europa, así como pasear por la peatonal Calle Florida y el entorno del Microcentro. Buenos Aires respira mucha vida cultural y es normal que de día todo esté atiborrado de gente. La ciudad es un poco caótica y en general no está muy bien cuidada. Me llevé una mala imagen al ver las aceras tan mal conservadas, su deterioradísimo mobiliario urbano, aquellos perros sueltos durmiendo junto a los comercios, los indigentes removiendo la basura a cualquier hora del día o los aparatos de aire acondicionando "escupiendo" agua a tu paso (pues en Buenos Aires durante el verano tienes aseguradísimo un calor asfixiante ya que hay mucha humedad). Así de caótica es la capital porteña y el caso es que los bonaerenses parecen ya muy resignados a todo esto. Pero al norte la ciudad gana en encanto: el barrio de Recoleta, en los alrededores de su archiconocido y bellísimo cementerio, es un París en pequeño. Jardines, farolas doradas, infinidad de árboles (esto es algo general en Buenos Aires), estatuas y magestuosos edificios de corte francés hacen de esta zona una de las mejores para caminar. Palermo, justo al norte, es el barrio por antonomasia de la clase media. Es un barrio también muy a la europea, con sus placitas y sus comercios, pero más sosegado que el centro y con menos tráfico.

Faro Les Eclaireurs, en el canal Beagle, Ushuaia
No tuve mucho más tiempo para ver la ciudad. Se nota que inicialmente hubo un gran afán de emular a las grandes capitales europeas (y si no basta entrar en el espectacular Teatro Colón, a pocas manzanas del obelisco). Y es que el porteño siempre se ha creído un europeo desplazado a América, y esto entronca directamente con la apreciación de Campanella sobre Jorge Pellegrini. ¿Cuantos sueños se han debido de quedar en el camino? Y esa es la sensación que desprende Buenos Aires, la de cierto abandono, la de que cualquier pasado fue mejor y que de hecho tuvo un pasado de gran prosperidad. Una nación echada muchas veces a perder por sus gobernantes; una nación muy rica pero enormemente desaprovechada.

Pero por suerte mi viaje fue más allá de la capital. Casi en los confines del planeta, Ushuaia es una ciudad algo fantasma, pero circunscrita a un entorno sin parangón. Bañada por el canal Beagle y peinada por irrefrenables vientos es la ciudad más austral del planeta, rodeada de bosques, valles y montañas que recuerdan a otras latitudes. Todo gira entorno al turismo en Tierra del Fuego y de hecho aquello parece otro país (aunque ya sabemos que los argentinos de cualquier región se consideran muy argentinos, y aquí no es menos...)

El Lago Argentino es un mar rodeado por un secarral en la zona de El Calafate y por la cordillera de los Andes en su otro costado. Aquí se encuentra el impresionante glaciar Perito Moreno, de hielos tan azules que te invita a estar continuamente dándole al botón de tu cámara. Aunque cierto es que hay muchos más glaciares, el Perito Moreno es, con mucho, el más visitado por los turistas nacionales o extranjeros y tiene bien ganada su fama.

Glaciar Perito Moreno, Patagonia
El Noroeste argentino es una dura zona para vivir. Fuera de los vergeles donde se hallan Salta o San Salvador de Jujuy empieza la puna, el altiplano, y también la Quebrada de Humahuaca, que es Patrimonio Cultural de la Humanidad. Aquí nos hallamos en la tierra de los indios coya y cualquiera pensaría que estamos en pleno Perú o Bolivia. Es la Argentina más americana de todas, la más andina e igual también la más pobre. La ciudad de Salta parece que nunca duerme y deslumbra por sus edificios coloniales y la fachada rosada de su imponente catedral. También por su gastronomía: tamales, humitas o el delicioso dulce de cayote con queso dan sabor a la zona de raíces más indígenas del país.


Iguazú es un área selvática compartida por Argentina, Brasil y Paraguay. Su parque nacional comprende las maravillosas cataratas. La mayoría están en el lado argentino, pero las mejores vistas se tienen desde el lado brasileño, pues el río hace de frontera. Alrededor se abre un paisaje de profusa vegetación que no hace más que ensalzar la belleza de las aguas y el rugir de sus cascadas. La selva misionera (o paranaense, si uno la visita en Brasil) es un placer para la vista y no defrauda. Una de las 7 Maravillas Naturales del Mundo, y poco más hace falta añadir.

La Paleta del Pintor, en Maimará (Jujuy)

Un viaje variado el mío para un país que ofrece muchísimas posibilidades al turista. Está tratando de responder con acierto a las demandas del extranjero que llega para recorrerla. Hay buenos hoteles, óptimos restaurantes y un personal muy preparado para que disfrutes y aproveches tu estancia. Pero se me escapa por qué Argentina no tira más para arriba, el porqué de esa sensación de decadencia y de parecer anclada en un pasado floreciente sin que se atisbe a simple vista que la gente tenga muchas ganas de cambiar las cosas. Horroriza pensar que tanto mito tenga tanto peso en la idiosincrasia del país: Evita, el general San Martín, Maradona, Gardel, las Malvinas... En Argentina se lleva la mitomanía, pero uno se pregunta si esa fama de guías espirituales del país es del todo merecida. Al menos a quienes vivimos en la Vieja Europa pensar así se nos hace raro.



Y sí, Buenos Aires se nos muestra tal y como la ha retratado Campanella con su cámara en sus películas, con ese halo decadente, con esos edificios y con esos árboles. Jorge Pellegrini no es sólo el fabuloso Ricardo Darín (el actor que lo encarna en la película). Jorge Pellegrini es el porteño medio embriagado de esperanzas, pasional como lo es el tango (ir a Buenos Aires y no ver un espectáculo de este género tan universal es para tirarse de un puente) y sumido en sus propias contradicciones y en su perenne melancolía. Así es Buenos Aires, una "rara avis" a orillas del Río de la Plata en América del Sur. Y Argentina un país variopinto que merece la pena recorrer, ver, degustar, y casi todo lo que a uno se le ocurra, porque con crisis o sin ella cruzar el charco y recorrer ese país maravilla a cualquiera.

Salto San Martín, Iguazú

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